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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: Puntos de vista...

Puntos de vista

Al hilo de la mala fama de las posadas españolas, y sobre la fiabilidad de las descripciones de los viajeros extranjeros, puede resultar ilustrativos los párrafos que en el trasiego de viajes y viajeros por las posadas italianas y españolas dedica en sus memorias Leandro Fernández de Moratín, y que pueden leerse en su libro Viaje a Italia, vivido hacia 1795, y publicado en 1867, cuarenta años después de su muerte. 22​23​

(en un viaje en diligencia entre Turín y Milán, escribe Moratín:) Un genovés sórdido, con su mujer y su hija (horrendas las dos), que en vez de hablar, ladraba, quejándose siempre de la carestía de los comestibles, y de que en las posadas las puertas de los cuartos no tienen cerrojo por de dentro, y por consiguiente, todo genovés que duerma en ellos está expuesto a ser asesinado. Una vieja ridícula, tan poco enseñada a coche, que en todo el camino dejó de vomitar y el fraile la apretaba la cabeza y la aflojaba la cotilla, y se esforzaba en persuadirla que todo aquello era mal de madre y así que llegaba a las posadas empezaba a despanzurrar colchones y quemar lana para dar humazos a la vieja, de donde resultaba un pebete infernal.

No cabría dudar sin embargo de la honestidad de Moratín, que páginas más adelante, y de nuevo en España, hace este retrato de una posada andaluza:

Algeciras es un gran lugarote, con dos plazas y dos o tres calles buenas. (...) Estuve alojado en la única posada del pueblo. La patrona era la mujer más desabrida que he visto y aún por eso la llaman Mariquita sin gusto. El cuarto no tenía vidrieras, por cada rendija de las ventanas cabía un brazo; sobre mi cama chorreaban dos o tres goteras. La comida que me daban consistía en un plato de sopas, otro plato de berzas mal cocidas, sepultado en ellas un pedazo de tocino, y nada de carne porque, según me dijo la señora Mariquita, no había en el lugar ni vaca ni carnero, un pescuezo o un alón de pavo que podía volar según las plumas que tenía y un platillo con dos docenas de pasas y otro con seis o siete aceitunas. Este cuarto, esta comida y una jícara de chocolate purgante que tomaba por desayuno me costaba 25 reales cada día.

Leandro Fernández de Moratín (1795)