El 15 de agosto del año 1038, día de la Asunción,
fiesta muy querida por él, expiró santamente. Desde entonces la nación Húngara siempre ha sido muy católica. A los 45 años de muerto, el Sumo Pontífice permitió que lo invocaran como
santo y en su sepulcro se obraron admirables milagros.