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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: Fotografía y arte...

Fotografía y arte

Desde el mismo momento de su aparición, la polémica sobre si la fotografía es un arte acompañó al nuevo medio a lo largo de toda su historia, hasta hoy. A la salida de aquella reunión en la que la Academia de las Artes francesa decidió comprar los derechos a Daguerre, el artista Paul Delaroche declaraba: “desde hoy, la pintura puede considerarse muerta”.

El arte está presente en la fotografía desde sus primeras manifestaciones, pero la reivindicación de que se considerase a la fotografía como una nueva manifestación artística a la altura de la pintura, el grabado o la escultura, llegaría con la aparición de la corriente fotográfica conocida como pictorialismo.

Los fotógrafos querían emular el arte de los pintores pero al mismo tiempo, sin proponérselo, influyeron en ese mismo arte al permitirle liberarse definitivamente de la obsesión realista y arriesgarse a nuevas experiencias estéticas. Esa liberación de las manos del artista de las imposiciones que exigía el proceso de reproducción realista de imágenes permitió a la pintura iniciar nuevos caminos de búsqueda, con hallazgos revolucionarios, del cubismo a la abstracción (más adelante la fotografía también intentaría crear universos paralelos a la pintura con expresiones cubistas y abstractas).

Fotografía y arte mantuvieron una enriquecedora interacción desde los orígenes de la fotografía, ejemplarizada en la obra de Degas, un pintor ya encumbrado, que sucumbió a los encantos de la nueva técnica en algunas de sus obras, como “Place de la Concorde”, influidas por la composición fotográfica.

El pictorialismo promovió el reconocimiento de la fotografía como un arte y reivindicó para ella una consideración similar a la que gozaban la pintura o la escultura. No todos los artistas pensaban lo mismo: en 1862 una veintena de pintores, entre los cuales estaba Ingres, firmaron en París un manifiesto protestando contra la asimilación de la fotografía al arte. Consideraban que, en todo caso, el nuevo invento debía servir para divulgar las obras de los grandes artistas pero negaban a la fotografía las propiedades del arte, una teoría que había sido adelantada en 1859 por Baudelaire según la cual el verdadero deber de la fotografía era el de ser una muy humilde sirvienta de las ciencias y de las artes. En Francia, ya en 1859, el gobierno había autorizado la creación de una sección de fotografía en el Salón de Pintura, Escultura y Grabado de París para exponer fotos como si fueran obras de arte, una iniciativa que había provocado el rechazo de los puristas.

Ciertamente, en las raíces de la fotografía está la influencia de la pintura: fueron los artistas del Renacimiento quienes habían descubierto para el arte la cámara oscura, mientras que la fotografía adoptó la ‘perspectiva artificialis’ de los renacentistas para enfocar sus objetivos. Además, los primeros fotógrafos eran artistas, comenzando por Niépce, en sus orígenes un grabador, y desde el principio, muchos fotógrafos, como André Giroux, Charles Negre, Édouard-Denis Baldus y Henri Le Secq, coloreaban sus fotografías para crear efectos artísticos, subrayando así que la fotografía constituía una extensión de la pintura.

Otros artistas como William Powell Frith se servían de las fotografías de eventos para pintar sus cuadros, como las carreras de caballos del Derby Day que encargó al fotógrafo Robert Howlett. Eugène Courbet y Delacroix también utilizaron las fotografías para pintar algunas de sus obras, como “Desnudo femenino sentado en un diván” (1854), tomado por el fotógrafo Eugène Durieu para que sirviera de modelo para la famosa “Odalisca” de Delacroix.

El fotógrafo René Grenier retrató modelos de Toulouse-Lautrec, como Carmen Gaudin y Hélène Vary, para que el pintor las trasladase a sus cuadros. Además, con el pictorialismo se trataba de contrarrestar la opinión crítica que ponía su acento en la cualidad mecánica de la fotografía. Para desterrar este concepto los fotógrafos pictorialistas influían conscientemente sobre el resultado de las fotografías.

A quienes perjudicó el nuevo medio fue a los pintores retratistas, sobre todo a los artesanos. Algunos tuvieron que cambiar su profesión o dedicarse a la fotografía cuando se desarrolló el nuevo invento.

Muchos de los grandes fotógrafos procedían del campo de la pintura: David Octavius Hill, Mathew B. Brady, Robert Fenton, Corot, Delacroix, Millet, Ingres, Courbet… El pictorialismo dio también una nueva dimensión a la fotografía paisajística, en la que introducía un tratamiento impresionista que creaba en este género una nueva atmósfera a través de la utilización de dos o más negativos a cuyo resultado se añadían retoques.

Al mismo tiempo, en los primeros años, el tratamiento complejo en el proceso del positivado de cada fotografía la convertía en una obra única y por tanto irreproducible, como exigían los puristas.