Viejo pero bueno
A excepción de los estudiantes de La Salle y los habitantes de Sabaneta del Cañaveral, en la zona rural de El Hatillo (Miranda), pocos han oído hablar de Salomón Leclerc. Y no es para menos, pues se trata de lasallista nacido en Boulogne-sur-Mer, Francia, y muerto en París el 2 de septiembre de 1792, por lo que se cuenta entre los primeros muertos por el anticlerical movimiento que cortó coronadas testas.
Primer mártir de la congregación, fue beatificado en 1926 y en esta condición se habría quedado de no ser por el fortuito hecho de que una talla de Salomón llegó a Venezuela a mediados del siglo XX, yendo a parar al noviciado lasallista en Sebucán, Caracas, donde lo conoció y comenzó a venerar el futuro cura Rafael María Febres-Cordero.
Ordenado sacerdote. Febres-Cordero pidió la imagen a los lasallistas, quienes por más de 30 años negaron la piadosa petición. Sería en 2004 cuando el ya entonces Monseñor vio satisfecha su solicitud y la imagen pasó de la sacristía del Colegio la Salle La Colina a la Ermita de la Eucaristía, en la rural Sabaneta, justo al lado donde la asociación civil Asoprogar tiene dos casas hogar, donde viven 22 niños desamparados atendidos por Siervas del Santísimo Sacramento.
“Desde que llegó hubo un amor a primera vista entre la comunidad y el santo, que comenzó a pedirle favores y se cumplían”, dice Monseñor, quien a la llegada de la imagen profirió una frase profética: ‘Hermano Salomón, llegaste beato y en este monte te harás santo”.
Rendir la comida, sacar de apuros económicos, sanar dolores de toda índole y hasta hacer aparecer objetos perdidos, son algunos de los favores que los sabaneteros piden a quien acogieron como su santo, aunque su máximo reconocimiento es como sanador de picados por alacrán o culebra. Incluso le compusieron una oración que todos rezan al salir a sus faenas en el campo:
“Santo hermano Salomón/ de Cristo mártir glorioso/ líbrame de culebras/ y de animales ponzoñosos”.
Justamente una prodigiosa curación por la mordedura de una de las serpientes más peligrosa del país, fue el milagro que llevó a los altares a este antiguo beato francés.
A excepción de los estudiantes de La Salle y los habitantes de Sabaneta del Cañaveral, en la zona rural de El Hatillo (Miranda), pocos han oído hablar de Salomón Leclerc. Y no es para menos, pues se trata de lasallista nacido en Boulogne-sur-Mer, Francia, y muerto en París el 2 de septiembre de 1792, por lo que se cuenta entre los primeros muertos por el anticlerical movimiento que cortó coronadas testas.
Primer mártir de la congregación, fue beatificado en 1926 y en esta condición se habría quedado de no ser por el fortuito hecho de que una talla de Salomón llegó a Venezuela a mediados del siglo XX, yendo a parar al noviciado lasallista en Sebucán, Caracas, donde lo conoció y comenzó a venerar el futuro cura Rafael María Febres-Cordero.
Ordenado sacerdote. Febres-Cordero pidió la imagen a los lasallistas, quienes por más de 30 años negaron la piadosa petición. Sería en 2004 cuando el ya entonces Monseñor vio satisfecha su solicitud y la imagen pasó de la sacristía del Colegio la Salle La Colina a la Ermita de la Eucaristía, en la rural Sabaneta, justo al lado donde la asociación civil Asoprogar tiene dos casas hogar, donde viven 22 niños desamparados atendidos por Siervas del Santísimo Sacramento.
“Desde que llegó hubo un amor a primera vista entre la comunidad y el santo, que comenzó a pedirle favores y se cumplían”, dice Monseñor, quien a la llegada de la imagen profirió una frase profética: ‘Hermano Salomón, llegaste beato y en este monte te harás santo”.
Rendir la comida, sacar de apuros económicos, sanar dolores de toda índole y hasta hacer aparecer objetos perdidos, son algunos de los favores que los sabaneteros piden a quien acogieron como su santo, aunque su máximo reconocimiento es como sanador de picados por alacrán o culebra. Incluso le compusieron una oración que todos rezan al salir a sus faenas en el campo:
“Santo hermano Salomón/ de Cristo mártir glorioso/ líbrame de culebras/ y de animales ponzoñosos”.
Justamente una prodigiosa curación por la mordedura de una de las serpientes más peligrosa del país, fue el milagro que llevó a los altares a este antiguo beato francés.