Un milagro andante
Cuando se le pregunta si sentía dolor, María Alejandra solo responde con un movimiento impreciso de cabeza, lo que habla de su extremadamente tímido y reservado carácter. De hecho, en el Colegio Las Cumbres donde estudia segundo año, ninguno de sus compañeros sabe que ella está, literalmente, viva por un milagro.
“Solo se lo he contado a mi tutora, y ella, creo, se lo contó a la directora. No quiero que la gente sepa”, dice en pocas palabras la adolescente, que confiesa querer estudiar veterinaria o medicina. “No sé todavía, pero me gustan los animales, he ido a un consultorio veterinario y he ayudado en la consulta. También me gustaría ser obstetra para dar la vida a los niños. Ya veremos”, dice.
María Alejandra Hernández D’agnese nació el 19 de junio del año 2002 y llegó en diciembre de 2005 a la casa-hogar junto con sus tres hermanos: Moisés, hoy de 15; Omaira (12) y su gemela María Victoria (14), luego que las autoridades del Consejo de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes intervinieran el disfuncional hogar conformado solo por la madre.
“Se los quitaron porque no podía tenerlos”, sentencia Juan Carlos Zambrano, presidente de Asoprogar, asociación civil sin fines de lucro que administra las casas-hogar atendidas por las santas mujeres. “Llegaron provenientes de Fundana. Estaban muy pequeños y desorientados, y las hermanas han sido la única familia que conocen”, agrega.
La religiosa Karina confirma esta situación, agregando que en 11 años no ha portado por allá ningún familiar de los Hernández, quienes hacen una vida absolutamente normal: van a colegios (privados), realizan actividades propias de niños y adolescentes, e incluso trabajan, como es el caso de Moisés, quien ayuda en algunas labores en Asoprogar.
De poco hablar, María Alejandra asegura que no conocía al hermano Salomón quien ahora, por razones más que obvias, es su santo de cabecera, por lo que no duda en afirmar que ante cualquier necesidad, pidan con fe a Dios y a Salomón con veneración.
Cuando se le pregunta si sentía dolor, María Alejandra solo responde con un movimiento impreciso de cabeza, lo que habla de su extremadamente tímido y reservado carácter. De hecho, en el Colegio Las Cumbres donde estudia segundo año, ninguno de sus compañeros sabe que ella está, literalmente, viva por un milagro.
“Solo se lo he contado a mi tutora, y ella, creo, se lo contó a la directora. No quiero que la gente sepa”, dice en pocas palabras la adolescente, que confiesa querer estudiar veterinaria o medicina. “No sé todavía, pero me gustan los animales, he ido a un consultorio veterinario y he ayudado en la consulta. También me gustaría ser obstetra para dar la vida a los niños. Ya veremos”, dice.
María Alejandra Hernández D’agnese nació el 19 de junio del año 2002 y llegó en diciembre de 2005 a la casa-hogar junto con sus tres hermanos: Moisés, hoy de 15; Omaira (12) y su gemela María Victoria (14), luego que las autoridades del Consejo de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes intervinieran el disfuncional hogar conformado solo por la madre.
“Se los quitaron porque no podía tenerlos”, sentencia Juan Carlos Zambrano, presidente de Asoprogar, asociación civil sin fines de lucro que administra las casas-hogar atendidas por las santas mujeres. “Llegaron provenientes de Fundana. Estaban muy pequeños y desorientados, y las hermanas han sido la única familia que conocen”, agrega.
La religiosa Karina confirma esta situación, agregando que en 11 años no ha portado por allá ningún familiar de los Hernández, quienes hacen una vida absolutamente normal: van a colegios (privados), realizan actividades propias de niños y adolescentes, e incluso trabajan, como es el caso de Moisés, quien ayuda en algunas labores en Asoprogar.
De poco hablar, María Alejandra asegura que no conocía al hermano Salomón quien ahora, por razones más que obvias, es su santo de cabecera, por lo que no duda en afirmar que ante cualquier necesidad, pidan con fe a Dios y a Salomón con veneración.