«No con lengua, sino con manos y obras»
Existen relaciones escalofriantes de la época referidas a estos desembarcos, incluso de mano del propio santo:
Echamos manteos fuera y fuimos a traer de otra bodega tablas y entablamos aquel lugar y trajimos en brazos a los muy enfermos, rompiendo por los demás. Juntamos los enfermos en dos ruedas, la una tomó mi compañero con el intérprete, apartados de la otra que yo tomé. Entre ellos había dos muriéndose, ya fríos y sin pulso. Tomamos una teja de brasas, y puesta en medio de la rueda, junto a los que estaban muriendo, y sacando varios olores, de que llevábamos dos bolsas llenas, que se gastaron en esta ocasión, y dímosles un sahumerio, poniéndole encima de ellos nuestros manteos, que otra cosa ni la tienen encima, ni hay que perder tiempo en pedirla a sus amos, cobraron calor y nuevos espíritus vitales, el rostro muy alegre, los ojos abiertos y mirándonos.
De esta manera les estuvimos hablando, no con lengua, sino con manos y obras que como vienen tan persuadidos de que los traen para comerlos, hablarles de otra manera fuera sin provecho. Asentámonos después, o arrodillámonos junto a ellos, les lavamos los rostros y vientres con vino, y alegrándolos, y acariciando mi compañero a los suyos, y yo a los míos, les comenzamos a poner delante cuantos motivos naturales hay para alegrar a un enfermo.
Pedro Claver
.
También para la catequesis seguía el método del padre Sandoval, explicándoles la doctrina cristiana a través de cuadros muy vivos y la ayuda de intérpretes escalonados en medio de una atmósfera irrespirable. Cuando sentía repugnancia, besaba las llagas de los esclavos y finalmente los bautizaba, en contra de lo que hacían algunos religiosos cuando los bozales eran cazados en África, que bautizaban en masa con una simple «aspersión».
Existen relaciones escalofriantes de la época referidas a estos desembarcos, incluso de mano del propio santo:
Echamos manteos fuera y fuimos a traer de otra bodega tablas y entablamos aquel lugar y trajimos en brazos a los muy enfermos, rompiendo por los demás. Juntamos los enfermos en dos ruedas, la una tomó mi compañero con el intérprete, apartados de la otra que yo tomé. Entre ellos había dos muriéndose, ya fríos y sin pulso. Tomamos una teja de brasas, y puesta en medio de la rueda, junto a los que estaban muriendo, y sacando varios olores, de que llevábamos dos bolsas llenas, que se gastaron en esta ocasión, y dímosles un sahumerio, poniéndole encima de ellos nuestros manteos, que otra cosa ni la tienen encima, ni hay que perder tiempo en pedirla a sus amos, cobraron calor y nuevos espíritus vitales, el rostro muy alegre, los ojos abiertos y mirándonos.
De esta manera les estuvimos hablando, no con lengua, sino con manos y obras que como vienen tan persuadidos de que los traen para comerlos, hablarles de otra manera fuera sin provecho. Asentámonos después, o arrodillámonos junto a ellos, les lavamos los rostros y vientres con vino, y alegrándolos, y acariciando mi compañero a los suyos, y yo a los míos, les comenzamos a poner delante cuantos motivos naturales hay para alegrar a un enfermo.
Pedro Claver
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También para la catequesis seguía el método del padre Sandoval, explicándoles la doctrina cristiana a través de cuadros muy vivos y la ayuda de intérpretes escalonados en medio de una atmósfera irrespirable. Cuando sentía repugnancia, besaba las llagas de los esclavos y finalmente los bautizaba, en contra de lo que hacían algunos religiosos cuando los bozales eran cazados en África, que bautizaban en masa con una simple «aspersión».