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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: DÍA QUINTO...

DÍA QUINTO

Glorias y excelencias del santo templo del Pilar de Zaragoza, el primero del mundo dedicado a la Santísima Virgen.

Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

¡La misma Reina de los Cielos y abogada nuestra es la Fundadora de este Templo augusto! Si nuestros mayores vieron en los primeros siglos de la salud cristiana, esa Arca de la nueva Alianza, colocada en la humilde Silo, y bajo un pobre techo edificado por el Protomártir entre los Apóstoles, nuestro Patrón Santiago, y sus santos discípulos, nosotros la adoramos ya elevada a la majestad y magnificencia de este admirable y suntuoso Templo. ¡Oh Trono! ¡Oh monumento de la Reina Celestial! Este es el primer templo del mundo dedicado en honor de la Santísima Virgen. Su célebre invocación del Pilar, ha sido llevada a todas las naciones del Universo, con gloria de su nombre. ¡Oh Ciudad augusta! Tú verás aumentarse la devoción de los fieles, y el orbe católico será un emulo de las glorias de este Templo. Porque no es un edificio, en que haya sólo que admirar la magnificencia, como en el Templo de Salomón la maravilla de su fábrica, no; su grandeza es tanto más excelsa, cuanto que no toma su origen de las obras de los hombres.

Oración final. ¡Oh Reina Celestial! Si me sorprende la riqueza y primor de vuestro magnífico Tabernáculo, más bien admiro los tesoros celestiales que en este Propiciatorio dispensáis a vuestros devotos. ¡Oh templo Angélico! Gentes d todas las naciones vienen de lejos atraídas de la fama y honor de tu nombre, y se postran a los pies del trono de la Madre de Dios del Pilar los pueblos más distantes de la tierra. Los reyes católicos dejan su trono y vienen a Zaragoza a adorar tu santa Imagen, ofrecen sus fervientes votos y consiguen dones y gracias singulares, y transportados de gozo exclaman, que son mayores los tesoros celestiales que en su santo Templo dispensa la Santísima Virgen, que la fama misma de su nombre. ¡Oh Madre tierna! Mostrad que sois nuestra Madre; haced que se oiga vuestra voz en favor mío, y bastará para que yo sea dichoso; ponedme a la sombra de vuestra protección, y estaré seguro. Alcanzadme de vuestro divino Hijo la gracia de no pecar más mortalmente, sí de servir con fidelidad y amor a mi Dios y Señor, para que después de haberos visitado con devoción en vuestro santo Templo, sea el fruto de mi corazón gozar de vuestra compañía en el Templo de la gloria. Concededme también la gracia que deseo en esta Novena, si conviene al bien de mi alma. Coros celestiales, ensalzad a María, corno Reina suprema de los Cielos. Amén.

Terminar con las oraciones finales para todos los días.