Normalmente dejo mi celular en silencio, para que ningún mensaje o llamada me despierten. Pero esa madrugada no me despertó el ruido de un celular… sino el ruido DE LA PUERTA DE MI CUARTO ABRIÉNDOSE ESCANDALOSAMENTE. Era el párroco con quien trabajo, P. David (Catedral de Santa Ana, El Salvador), que literalmente irrumpió en mi cuarto ante mi sorpresa y asombro.