Hizo de su celda un centro de consulta para los que demandaban su consejo, que eran de todas las clases y condiciones sociales: la nobleza y el clero también acudía a él. Dirigió espiritualmente a religiosos y religiosas. Notable fue la atención que tuvo con el VIII príncipe de Bisignano, Giuseppe Leopoldo San severino, siendo autorizado por Benedicto XIII para que residiera en el palacio a efecto de poder confortarle espiritualmente. Contando con la ayuda de Sanseverino, Ángel impulsó la construcción del convento de capuchinas en Acri, donde ingresaría la hija de este noble, sor María Ángela del Crucificado.