Pero existe un freno a la formación de nuevas empresas que creen puestos de trabajo. En España –y la situación no es muy diferente en todo el mundo desarrollado– por cada 100€ que entran en el bolsillo de un trabajador, la Seguridad Social se lleva casi 35€ entre lo que le retiene al empleado y lo que le carga a la empresa. Es decir, un 35%. Pero no para aquí la cosa. Hagamos una sencilla suma. Para una renta anual de 30.000€, el tipo impositivo del IRPF es de un 28%. Además se paga un 21% de IVA. Es decir que 35% más 28% más 21% suman 84%. Y todavía faltan el impuesto de sociedades, sucesiones, transmisiones patrimoniales, etc., que aunque no sean sobre la renta de los ciudadanos si frenan el desarrollo. ¿Todavía nos extraña que la economía de los países desarrollados no tire del carro? ¿Estamos tan intoxicados como para ver con naturalidad esta aberración?