San Agustín supo reconocer esta ansia de
felicidad cuando se preguntaba: “ ¿Cómo es, Señor, que yo te busco? Es porque al buscarte, Dios mío, busco la vida
feliz. Haz que te busque para que viva mi alma, porque mi cuerpo vive de mi alma y mi alma vive de Ti” (Confesiones, 10, 20, 29).