Siguió recitando algunos versículos del Evangelio y de los Salmos. Luego repitió tres veces: Pater, in manus tuas commendo spiritum meum. Redemisti me, Deus veritatis. Y quedó tranquilo, inmóvil, silencioso. El descanso eterno ¿Conservaba aún el conocimiento? "Lo menearon un poco, lo frotaron, lo airearon, lo llamaron, pero él cerró los ojos sin responder. La esposa del conde Alberto y los médicos le frotaron el pulso con toda clase de aguas confortativas… Estando así tan quieto, le gritaron al oído el Dr. Joñas y el maestro Coelius: "Reverendo padre, ¿queréis morir constante en la doctrina y en el Cristo que habéis predicado?" Con voz claramente perceptible respondió: "Sí". Volvióse entonces hacia el lado derecho y empezó a dormir, casi un cuarto de hora, tanto que los presentes, excepto los médicos, esperaban una mejoría…