¿Y por qué se da la confusión con el autismo?
Tal como se indicaba anteriormente, los sistemas actuales de clasificación y diagnóstico DSM 5 y CIE-11 incorporan el autismo y síndrome de Asperger en la misma categoría diagnóstica, la del trastorno del espectro del autismo. Esta decisión se toma después de que durante años se haya investigado la posible existencia o no de diferencias nucleares entre ambas condiciones que justificaran la distinción entre ellas.
Los resultados obtenidos y el consenso de los principales expertos y expertas a nivel internacional han puesto de manifiesto que las características nucleares de este tipo de trastorno son las mismas, y que afectan de manera esencial a la forma de comunicarse, de relacionarse y a la flexibilidad del comportamiento y el pensamiento de la persona que lo presenta.
Las diferencias, por lo tanto, se encuentran principalmente en aspectos relacionados con el nivel de desarrollo del lenguaje y con la asociación o no a discapacidad intelectual, pero no en los elementos nucleares que se ven alterados en el desarrollo evolutivo y que definen las características del TEA.
No obstante, este tipo de consideraciones se han asumido antes en el ámbito investigador y profesional especializado, pero quizás nos ha costado más la trasmisión a la sociedad de lo que implica este cambio. Somos conscientes de que puede ser difícil de entender el concepto de “espectro del autismo”, que pone el énfasis en la diversidad y heterogeneidad de las manifestaciones. Probablemente es mucho más fácil de comprender en qué consisten las diferencias si también nombra de manera diferente, y por eso se mantiene a veces la confusión.
No obstante, creemos que es importante tener en cuenta que estamos hablando del mismo tipo de trastorno y que su identificación y diagnóstico se realiza actualmente sobre la base de esta nueva concepción dimensional. En ella se han depurado o modificado algunos criterios e incorporado otros, como las posibles alteraciones en el procesamiento sensorial, que antes no estaban incluidos en la descripción del TEA.
Pensamos que esta visión es esencial para que la comunidad profesional de diferentes ámbitos (salud, educación, etc.) tenga un conocimiento integral con relación al TEA y también para que la práctica vinculada a la detección precoz, el diagnóstico, la intervención especializada y el desarrollo de sistemas de apoyo, incorporen los resultados actualizados de la investigación, el criterio profesional experto y las prioridades del colectivo en su conjunto.
Tal como se indicaba anteriormente, los sistemas actuales de clasificación y diagnóstico DSM 5 y CIE-11 incorporan el autismo y síndrome de Asperger en la misma categoría diagnóstica, la del trastorno del espectro del autismo. Esta decisión se toma después de que durante años se haya investigado la posible existencia o no de diferencias nucleares entre ambas condiciones que justificaran la distinción entre ellas.
Los resultados obtenidos y el consenso de los principales expertos y expertas a nivel internacional han puesto de manifiesto que las características nucleares de este tipo de trastorno son las mismas, y que afectan de manera esencial a la forma de comunicarse, de relacionarse y a la flexibilidad del comportamiento y el pensamiento de la persona que lo presenta.
Las diferencias, por lo tanto, se encuentran principalmente en aspectos relacionados con el nivel de desarrollo del lenguaje y con la asociación o no a discapacidad intelectual, pero no en los elementos nucleares que se ven alterados en el desarrollo evolutivo y que definen las características del TEA.
No obstante, este tipo de consideraciones se han asumido antes en el ámbito investigador y profesional especializado, pero quizás nos ha costado más la trasmisión a la sociedad de lo que implica este cambio. Somos conscientes de que puede ser difícil de entender el concepto de “espectro del autismo”, que pone el énfasis en la diversidad y heterogeneidad de las manifestaciones. Probablemente es mucho más fácil de comprender en qué consisten las diferencias si también nombra de manera diferente, y por eso se mantiene a veces la confusión.
No obstante, creemos que es importante tener en cuenta que estamos hablando del mismo tipo de trastorno y que su identificación y diagnóstico se realiza actualmente sobre la base de esta nueva concepción dimensional. En ella se han depurado o modificado algunos criterios e incorporado otros, como las posibles alteraciones en el procesamiento sensorial, que antes no estaban incluidos en la descripción del TEA.
Pensamos que esta visión es esencial para que la comunidad profesional de diferentes ámbitos (salud, educación, etc.) tenga un conocimiento integral con relación al TEA y también para que la práctica vinculada a la detección precoz, el diagnóstico, la intervención especializada y el desarrollo de sistemas de apoyo, incorporen los resultados actualizados de la investigación, el criterio profesional experto y las prioridades del colectivo en su conjunto.