A través de los franciscanos, que iban a Praga como predicadores itinerantes, conoció la vida espiritual que llevaba en Asís la virgen Clara, según el espíritu de San Francisco. Quedó fascinada y decidió seguir su ejemplo. Con sus propios bienes fundó en Praga entre 1232 y 1233 el hospital de San Francisco y el instituto de los Crucíferos para que los dirigieran. Al mismo tiempo fundó el monasterio de San Francisco para las “Hermanas Pobres o Damianitas”, donde ella misma ingreso el día de Pentecostés del año 1234. Profesó los votos de castidad, pobreza y obediencia, plenamente consciente del valor eterno de estos consejos evangélicos, y se dedicó a practicarlos con fervorosa fidelidad, durante toda su vida.