Que Dios nos puede castigar por tantos pecados de la humanidad, lo puede hacer. Que mereceríamos su castigo, es indudable. Que muchos se han olvidado de Dios y se han endiosado a sí mismos, es cierto. Que en la Biblia se narran castigos enviados por Dios, es verdad. Basta recordar el diluvio, la destrucción de Sodoma y Gomorra, las plagas de Egipto, las serpientes venenosas en el desierto contra los rebeldes israelitas, etc. Recuerdo que el primer obispo de Toluca, allá por el año 1952, decía frecuentemente: “ ¡Qué tiempos tan calamitosos nos ha tocado vivir…” Si viviera hoy, se infartaría al ver tanto pecado, tanta apostasía, tanto libertinaje, tanto crimen…