El que las iglesias hayan tenido que suspender las celebraciones públicas, pero no las celebraciones privadas, de los sacramentos por la cuestión sanitaria ha provocado todo tipo de comentarios y opiniones, desde el catastrofismo hasta el conformismo. Así es nuestra Iglesia, variopinta, rica en su gente. Al final de la pandemia las iglesias volverán a abrir, nos volveremos a reunir para festejar juntos el Pan de Vida. Podremos acercarnos al sacramento del perdón, celebrar los bautizos, bodas y hasta las Misas por nuestros difuntos. Hoy hay gente que no puede enterrar a sus muertos, ni velarlos, ni llevarlos a una iglesia. Hoy hay gente que no puede salir de sus casas. Y hay gente que no saldrán ya jamás pues el virus les quitó la vida.