TEMAS DEL DÍA EN EL ALMANAQUE
El Almanaque es un medio abierto a todas las opiniones. La opinión de los artículos es responsabilidad de sus autores
LÉXICO - LAS COSAS Y SUS NOMBRES - LA FRASE - EL REFRÁN - FIESTAS
ORIGEN DE LA PALABRA - LÉXICO
Astra inclinant, sed non cogunt
LOS ASTROS INCLINAN, PERO NO OBLIGAN
Eso decían en la edad media para compaginar el sentido común con la astrología. Pero la evidencia es que somos nosotros los que obligamos a los astros a decir lo que nosotros queremos. Nuestra obsesión por la leche nos hace ver un universo galáctico.
EL UNIVERSO ÚTIL
La Tierra no es más que una mota de polvo en el Universo, y sin embargo es legítimamente su centro. El lugar donde se coloca el observador se convierte automáticamente en el centro. Lo que le quede encima estará arriba, y abajo lo que le quede debajo. Y tal como se gire el observador, le quedarán las cosas delante o detrás, a la derecha o a la izquierda. Parafraseando al poeta del polvo enamorado, hemos de decir que aunque en el universo no seamos más que polvo, polvo galáctico o lechoso, somos sin embargo polvo inteligente.
Pero lo que decimos de la Tierra, estamos legitimados para decirlo también de cada uno de nosotros. Cada uno, mejor con toda su circunstancia que solo, tiene derecho a constituirse en centro del universo. En centro del universo, no en universo, que no se sostendría; ni tampoco en apéndice insignificante del mismo. Y para ello es preciso que hagamos el esfuerzo de colocarnos, de percibir todo lo que nos rodea como parte de nosotros mismos (mejor que a la inversa), y que nos constituyamos en medida de todo lo que nos afecta. Y eso no viene dado.
Si nos sentimos habitantes del cielo, que ciertamente lo somos, si contamos con las estrellas, que no está mal que lo hagamos, hemos de conocernos los caminos del cielo como nuestros antepasados (dicen los sabios que el hombre lleva dedicados 10.000 años a construir caminos y moradas en el cielo). Es una fascinación contemplar un planisferio antiguo y ver en él un gran número de constelaciones con las que se trazan en el cielo caminos seguros para poder andar por la tierra, los signos de las estaciones y del decurso del tiempo con todo su acompañamiento. Dicen que la estrella Siro les marcaba a los egipcios con exactitud de cronómetro el inicio de las inundaciones del Nilo. Unas 3.500 estrellas son las que distinguimos a simple vista, y con ese material tan escaso fueron capaces nuestros antepasados de construir en torno a sí mismos todo el universo.
Nos guste o no nos guste, somos más astrológicos que astronómicos. No es la visión astronómica del universo la que mueve al hombre en una dirección u otra; es la visión astrológica, la utilitaria, la interesada, la manipulada de manera que cada uno tenga su propia carta astral, que pueda constituirse en el eje en torno al cual giran todos los astros. Lo útil, lo que tiene predicamento es la astrología, no la astronomía, que al fin y al cabo es hija de aquélla.
Después de todo es una auténtica fortuna que hayamos dado con una línea temática que nos permite hablar de nosotros, constituirnos en el eje de la conversación, del interés, del conocimiento, del valor. Gracias al supuesto conocimiento de las constelaciones y de su influencia benéfica o maléfica sobre nosotros, hemos encontrado la fórmula mágica que nos permite ocuparnos de nosotros mismos. No importa que el entorno esté cogido con alfileres, mientras el núcleo se mantenga firme y como núcleo. ¿Acaso es esto menos legítimo y útil que el deporte, la política o el chismorreo?
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ORIGEN DE LA PALABRA - LÉXICO
Astra inclinant, sed non cogunt
LOS ASTROS INCLINAN, PERO NO OBLIGAN
Eso decían en la edad media para compaginar el sentido común con la astrología. Pero la evidencia es que somos nosotros los que obligamos a los astros a decir lo que nosotros queremos. Nuestra obsesión por la leche nos hace ver un universo galáctico.
EL UNIVERSO ÚTIL
La Tierra no es más que una mota de polvo en el Universo, y sin embargo es legítimamente su centro. El lugar donde se coloca el observador se convierte automáticamente en el centro. Lo que le quede encima estará arriba, y abajo lo que le quede debajo. Y tal como se gire el observador, le quedarán las cosas delante o detrás, a la derecha o a la izquierda. Parafraseando al poeta del polvo enamorado, hemos de decir que aunque en el universo no seamos más que polvo, polvo galáctico o lechoso, somos sin embargo polvo inteligente.
Pero lo que decimos de la Tierra, estamos legitimados para decirlo también de cada uno de nosotros. Cada uno, mejor con toda su circunstancia que solo, tiene derecho a constituirse en centro del universo. En centro del universo, no en universo, que no se sostendría; ni tampoco en apéndice insignificante del mismo. Y para ello es preciso que hagamos el esfuerzo de colocarnos, de percibir todo lo que nos rodea como parte de nosotros mismos (mejor que a la inversa), y que nos constituyamos en medida de todo lo que nos afecta. Y eso no viene dado.
Si nos sentimos habitantes del cielo, que ciertamente lo somos, si contamos con las estrellas, que no está mal que lo hagamos, hemos de conocernos los caminos del cielo como nuestros antepasados (dicen los sabios que el hombre lleva dedicados 10.000 años a construir caminos y moradas en el cielo). Es una fascinación contemplar un planisferio antiguo y ver en él un gran número de constelaciones con las que se trazan en el cielo caminos seguros para poder andar por la tierra, los signos de las estaciones y del decurso del tiempo con todo su acompañamiento. Dicen que la estrella Siro les marcaba a los egipcios con exactitud de cronómetro el inicio de las inundaciones del Nilo. Unas 3.500 estrellas son las que distinguimos a simple vista, y con ese material tan escaso fueron capaces nuestros antepasados de construir en torno a sí mismos todo el universo.
Nos guste o no nos guste, somos más astrológicos que astronómicos. No es la visión astronómica del universo la que mueve al hombre en una dirección u otra; es la visión astrológica, la utilitaria, la interesada, la manipulada de manera que cada uno tenga su propia carta astral, que pueda constituirse en el eje en torno al cual giran todos los astros. Lo útil, lo que tiene predicamento es la astrología, no la astronomía, que al fin y al cabo es hija de aquélla.
Después de todo es una auténtica fortuna que hayamos dado con una línea temática que nos permite hablar de nosotros, constituirnos en el eje de la conversación, del interés, del conocimiento, del valor. Gracias al supuesto conocimiento de las constelaciones y de su influencia benéfica o maléfica sobre nosotros, hemos encontrado la fórmula mágica que nos permite ocuparnos de nosotros mismos. No importa que el entorno esté cogido con alfileres, mientras el núcleo se mantenga firme y como núcleo. ¿Acaso es esto menos legítimo y útil que el deporte, la política o el chismorreo?