Cuando no todos los grafiteros son vándalos
Por Ferran Martínez-Aira
Un operativo conjunto de Mossos d’Esquadra y Policía Nacional ha detenido a 99 grafiteros por haber hecho pintadas y actos vandálicos en vagones de Renfe y metro de Barcelona durante los años 2017, 2018 y 2019. Según estimaciones de las compañías, los daños ascienden a 22 millones de euros.
Sin embargo, no todos los grafiteros son perseguidos por las fuerzas del orden. Sino que se lo pregunten a los 500 vecinos del municipio de Penelles (Lleida) que se ha convertido en todo un referente estatal del streetart o arte callejero, aunque, teniendo en cuenta sus circunstancias, sería más acertado hablar de ruralart. Pasear por sus escasas calles es como visitar un museo al aire libre, donde en cualquier esquina descabezada o en cualquier fachada de ladrillos puede sorprender una pintura a base de sprays obra de alguno de los cincuenta grafiteros que han estampado su firma en este municipio de la Lleida más agrícola.
Si hacemos cálculos, hay un grafiti por cada diez habitantes, una proporción que pocas localidades pueden presumir de mejorar. Tal hazaña tiene como responsable al Festival Gargar, una iniciativa apadrinada por el consistorio a partir de la propuesta de dos empresas locales de diseño gráfico y estampación, que acaba de vivir su segunda edición, lo que ha servido para ampliar la galería de obras urbanas.
“Con este proyecto buscamos dar vida a un pueblo pequeño que no es turístico”, explica Eloi Bergós, alcalde de Penelles. “Gargar es el ruido que hace la ganga, una ave local en peligro de extinción y si nosotros no hacemos acciones como esta, también acabaremos como ellas”, compara.
Precisamente, uno de los murales que ha llamado más la atención de los vecinos es el de tres ejemplares de este pájaro en la fachada del ayuntamiento, obra del más joven de los artistas, Slim Art. “Me encargaron que hiciera un mural sobre esta ave y he acabado pintando una pareja rodeada de flores a la vez que otro macho se acerca a la hembra con una flor en el pico que va perdiendo sus pétalos por el camino, ya es demasiado tarde para él. Me gusta que detrás de mis creaciones haya un mensaje”
El Sisón, otro pájaro de la zona y también en peligro de extinción, protagoniza otra pintura, en este caso del grafitero Fil. “Nos pidieron que buscáramos inspiración en los elementos propios del municipio y tras documentarme escogí el sisón”.
Y en efecto, una de las condiciones que impone Penelles a los participantes es que sus creaciones retraten su mundo rural. “Les encomendamos que no toquen temáticas políticas ni religiosas y que, a cambio, se centren en nuestra realidad”, matiza el alcalde.
Los grafiteros se desplazan a Penelles toda una semana para realizar sus obras. “Vienen por amor al arte, nunca mejor dicho, porque nosotros solo les podemos pagar el material, las grúas, el desplazamiento y la estancia”, detalla. “Procuramos además, que haya tantos representantes locales como nacionales e internacionales y que sean de nivel”.
Por Penelles han desfilado grafiteros de renombre, venidos de Francia, Inglaterra, Alemania o Portugal, como Draw&Contra, Sebastien Waknine o Ryan Smeeton.
“Nos viene muy bien porque nos sirve para conocernos, compartir trabajos y promocionar nuestra obra”, comenta Slim Art antes de añadir que este tipo de festivales “son más propios de las ciudades”, de ahí el éxito de GarGar, capaz de descontextualizar este arte y hacérselo propio. “En un pueblo da mucha vida y alguno copiará la iniciativa”.
Otros pueblos, como Cheste, en Valencia, con poco más de 8.000 habitantes, también fomentan su festival, el Graffitea. En la comunidad de Madrid, Fresnedillas de la Oliva, con 1.500 vecinos, ha optado por revalorar sus casas abandonadas con pinturas que recrean historias del pueblo.
La manzana, una de las frutas de referencia de la zona, protagoniza uno de los murales de Penelles.
Respecto a los vecinos de Penelles, el primer año vivieron la experiencia con cierta preocupación hasta que los artistas empezaron a pintar y algunos se los llevaban incluso a comer en casa, recuerda el alcalde. “Nosotros les pedimos paredes y ellos nos las ceden para el mural sin saber qué se pintará. Todos están encantados con el resultado”
De momento, la pintura más emblemática de Penelles es el retrato de Joan Mata, el Tato, un lugareño muy querido por todos.
Por Ferran Martínez-Aira
Un operativo conjunto de Mossos d’Esquadra y Policía Nacional ha detenido a 99 grafiteros por haber hecho pintadas y actos vandálicos en vagones de Renfe y metro de Barcelona durante los años 2017, 2018 y 2019. Según estimaciones de las compañías, los daños ascienden a 22 millones de euros.
Sin embargo, no todos los grafiteros son perseguidos por las fuerzas del orden. Sino que se lo pregunten a los 500 vecinos del municipio de Penelles (Lleida) que se ha convertido en todo un referente estatal del streetart o arte callejero, aunque, teniendo en cuenta sus circunstancias, sería más acertado hablar de ruralart. Pasear por sus escasas calles es como visitar un museo al aire libre, donde en cualquier esquina descabezada o en cualquier fachada de ladrillos puede sorprender una pintura a base de sprays obra de alguno de los cincuenta grafiteros que han estampado su firma en este municipio de la Lleida más agrícola.
Si hacemos cálculos, hay un grafiti por cada diez habitantes, una proporción que pocas localidades pueden presumir de mejorar. Tal hazaña tiene como responsable al Festival Gargar, una iniciativa apadrinada por el consistorio a partir de la propuesta de dos empresas locales de diseño gráfico y estampación, que acaba de vivir su segunda edición, lo que ha servido para ampliar la galería de obras urbanas.
“Con este proyecto buscamos dar vida a un pueblo pequeño que no es turístico”, explica Eloi Bergós, alcalde de Penelles. “Gargar es el ruido que hace la ganga, una ave local en peligro de extinción y si nosotros no hacemos acciones como esta, también acabaremos como ellas”, compara.
Precisamente, uno de los murales que ha llamado más la atención de los vecinos es el de tres ejemplares de este pájaro en la fachada del ayuntamiento, obra del más joven de los artistas, Slim Art. “Me encargaron que hiciera un mural sobre esta ave y he acabado pintando una pareja rodeada de flores a la vez que otro macho se acerca a la hembra con una flor en el pico que va perdiendo sus pétalos por el camino, ya es demasiado tarde para él. Me gusta que detrás de mis creaciones haya un mensaje”
El Sisón, otro pájaro de la zona y también en peligro de extinción, protagoniza otra pintura, en este caso del grafitero Fil. “Nos pidieron que buscáramos inspiración en los elementos propios del municipio y tras documentarme escogí el sisón”.
Y en efecto, una de las condiciones que impone Penelles a los participantes es que sus creaciones retraten su mundo rural. “Les encomendamos que no toquen temáticas políticas ni religiosas y que, a cambio, se centren en nuestra realidad”, matiza el alcalde.
Los grafiteros se desplazan a Penelles toda una semana para realizar sus obras. “Vienen por amor al arte, nunca mejor dicho, porque nosotros solo les podemos pagar el material, las grúas, el desplazamiento y la estancia”, detalla. “Procuramos además, que haya tantos representantes locales como nacionales e internacionales y que sean de nivel”.
Por Penelles han desfilado grafiteros de renombre, venidos de Francia, Inglaterra, Alemania o Portugal, como Draw&Contra, Sebastien Waknine o Ryan Smeeton.
“Nos viene muy bien porque nos sirve para conocernos, compartir trabajos y promocionar nuestra obra”, comenta Slim Art antes de añadir que este tipo de festivales “son más propios de las ciudades”, de ahí el éxito de GarGar, capaz de descontextualizar este arte y hacérselo propio. “En un pueblo da mucha vida y alguno copiará la iniciativa”.
Otros pueblos, como Cheste, en Valencia, con poco más de 8.000 habitantes, también fomentan su festival, el Graffitea. En la comunidad de Madrid, Fresnedillas de la Oliva, con 1.500 vecinos, ha optado por revalorar sus casas abandonadas con pinturas que recrean historias del pueblo.
La manzana, una de las frutas de referencia de la zona, protagoniza uno de los murales de Penelles.
Respecto a los vecinos de Penelles, el primer año vivieron la experiencia con cierta preocupación hasta que los artistas empezaron a pintar y algunos se los llevaban incluso a comer en casa, recuerda el alcalde. “Nosotros les pedimos paredes y ellos nos las ceden para el mural sin saber qué se pintará. Todos están encantados con el resultado”
De momento, la pintura más emblemática de Penelles es el retrato de Joan Mata, el Tato, un lugareño muy querido por todos.