Religión
Artículo principal: Mitología celta
La religión de los antiguos celtas, particularmente la de los galos antes de la conquista romana, no es bien conocida, y los datos de que se disponen para reconstruirla son escasos y no muy precisos.
El culto estaba a cargo de los druidas, sacerdotes que a la vez eran los educadores de la juventud. Los monumentos tradicionalmente llamados "piedras druídicas", anteriores a la llegada de los celtas al oeste de Europa, parecen no haber representado ningún papel en la religión de los antiguos galos.
Durante mucho tiempo solo existieron cultos locales especialmente relacionados con las montañas, los bosques y las aguas, a los que se invocaba bajo diferentes nombres. Hallamos el dios Vosgos, la diosa Ardenas, el dios Dumias; las divinidades de las fuentes o de los ríos: Sequana (la fuente del Sena), Nemausis (la fuente de Nimes).
Más tarde se estableció el culto de las grandes divinidades, más o menos común a toda la Galia. En la época galorromana éstas se fueron identificando con las divinidades de Roma, mediante un proceso cultural llamado "sincretismo": Teutates, especie de Mercurio con algo de Júpiter y de Marte; Taranis, relacionado con el rayo, pero carente del poder supremo de Júpiter; Esus, dios de la guerra y del ganado, asimilado a Marte o a Silvano; Belenus, dios de las artes, relacionado con el sol y comparado con Apolo; Cernunnos, dios del sueño y de la muerte asimilado a Plutón.
Junto a ellos figuraban diosas como: Rosmerla, asociada a Teutates; Belisma, diosa de las artes del fuego, asimilada a Minerva; Epona, diosa de la abundancia agrícola, asimilada a Ceres.
Los galos tuvieron también divinidades abstractas o genios de las ciudades.
Entre las prácticas de la creencia popular es famosa la recolección, de acuerdo con prescripciones fijas, del muérdago, al que se consideraba dotado de virtudes extraordinarias. Asimismo, el roble se consideraba un árbol sagrado.
El druidismo es una institución pan-celta. De manera comparable a otras sociedades indoeuropeas, los druidas forman un cuerpo profesional procedente de la aristocracia, de especialistas en las técnicas del derecho y del culto asociados a la función soberana. Auxiliares de la realeza, velan por las actividades de palabra y de enseñanza asegurando la transmisión del saber tradicional.
En la época que precedió a la conquista romana de la Galia, y, al parecer, posteriormente en las islas, la característica principal de la práctica religiosa de los antiguos celtas es el druidismo. La palabra druida que es específicamente celta proviene de *der-w/dr-ew que se entiende como «el que sabe fielmente, el que tiene una visión verdadera, cierta». La existencia del clero druida está atestiguada en varios autores antiguos, para diferentes épocas y en diferentes lugares del mundo celta. En la Galia, los druidas parecen haber desempeñado un papel clave en la insurrección de -52 y, posteriormente, en las revueltas galos del siglo I: la de las Guerras de Secesión, liderada por el Eduen Julius Sacrovir en 21 d. C. y descrita por Tácito en sus Historias, habría conducido al estallido de las hostilidades de Roma contra los druidas galos.
El «clero» druídico estaba encargado de la celebración de las ceremonias sagradas y de los ritos cultuales: sólo él tenía derecho a practicar los sacrificios, a veces humanos, pero más generalmente de animales o simbólicos (como atestiguan los exvotos de madera inventados en las fuentes del Sena). Fue la práctica de los sacrificios humanos la que sirvió de pretexto para la prohibición de los druidas bajo el emperador Tiberio (o Claudio para algunos historiadores). Otras prerrogativas de los druidas eran lógicamente la enseñanza, la diplomacia, la historia, la genealogía, la toponimia, la magia, la medicina y la adivinación. El druida, gracias a su saber (cuya adquisición podía requerir veinte años de estudios, según César) y gracias a su dominio de las prácticas mágicas, era un intermediario entre los dioses y los hombres.
El druida tenía también un papel de consejero político ante el rey con el que pudo formar un binomio en el que el rey ejercía la soberanía bajo la inspiración del druida. El druida Diviciacos, contemporáneo de Cicerón y directamente en el origen de la conquista romana de la Galia, aparece sobre todo como el jefe político de los eduos.
Artículo principal: Mitología celta
La religión de los antiguos celtas, particularmente la de los galos antes de la conquista romana, no es bien conocida, y los datos de que se disponen para reconstruirla son escasos y no muy precisos.
El culto estaba a cargo de los druidas, sacerdotes que a la vez eran los educadores de la juventud. Los monumentos tradicionalmente llamados "piedras druídicas", anteriores a la llegada de los celtas al oeste de Europa, parecen no haber representado ningún papel en la religión de los antiguos galos.
Durante mucho tiempo solo existieron cultos locales especialmente relacionados con las montañas, los bosques y las aguas, a los que se invocaba bajo diferentes nombres. Hallamos el dios Vosgos, la diosa Ardenas, el dios Dumias; las divinidades de las fuentes o de los ríos: Sequana (la fuente del Sena), Nemausis (la fuente de Nimes).
Más tarde se estableció el culto de las grandes divinidades, más o menos común a toda la Galia. En la época galorromana éstas se fueron identificando con las divinidades de Roma, mediante un proceso cultural llamado "sincretismo": Teutates, especie de Mercurio con algo de Júpiter y de Marte; Taranis, relacionado con el rayo, pero carente del poder supremo de Júpiter; Esus, dios de la guerra y del ganado, asimilado a Marte o a Silvano; Belenus, dios de las artes, relacionado con el sol y comparado con Apolo; Cernunnos, dios del sueño y de la muerte asimilado a Plutón.
Junto a ellos figuraban diosas como: Rosmerla, asociada a Teutates; Belisma, diosa de las artes del fuego, asimilada a Minerva; Epona, diosa de la abundancia agrícola, asimilada a Ceres.
Los galos tuvieron también divinidades abstractas o genios de las ciudades.
Entre las prácticas de la creencia popular es famosa la recolección, de acuerdo con prescripciones fijas, del muérdago, al que se consideraba dotado de virtudes extraordinarias. Asimismo, el roble se consideraba un árbol sagrado.
El druidismo es una institución pan-celta. De manera comparable a otras sociedades indoeuropeas, los druidas forman un cuerpo profesional procedente de la aristocracia, de especialistas en las técnicas del derecho y del culto asociados a la función soberana. Auxiliares de la realeza, velan por las actividades de palabra y de enseñanza asegurando la transmisión del saber tradicional.
En la época que precedió a la conquista romana de la Galia, y, al parecer, posteriormente en las islas, la característica principal de la práctica religiosa de los antiguos celtas es el druidismo. La palabra druida que es específicamente celta proviene de *der-w/dr-ew que se entiende como «el que sabe fielmente, el que tiene una visión verdadera, cierta». La existencia del clero druida está atestiguada en varios autores antiguos, para diferentes épocas y en diferentes lugares del mundo celta. En la Galia, los druidas parecen haber desempeñado un papel clave en la insurrección de -52 y, posteriormente, en las revueltas galos del siglo I: la de las Guerras de Secesión, liderada por el Eduen Julius Sacrovir en 21 d. C. y descrita por Tácito en sus Historias, habría conducido al estallido de las hostilidades de Roma contra los druidas galos.
El «clero» druídico estaba encargado de la celebración de las ceremonias sagradas y de los ritos cultuales: sólo él tenía derecho a practicar los sacrificios, a veces humanos, pero más generalmente de animales o simbólicos (como atestiguan los exvotos de madera inventados en las fuentes del Sena). Fue la práctica de los sacrificios humanos la que sirvió de pretexto para la prohibición de los druidas bajo el emperador Tiberio (o Claudio para algunos historiadores). Otras prerrogativas de los druidas eran lógicamente la enseñanza, la diplomacia, la historia, la genealogía, la toponimia, la magia, la medicina y la adivinación. El druida, gracias a su saber (cuya adquisición podía requerir veinte años de estudios, según César) y gracias a su dominio de las prácticas mágicas, era un intermediario entre los dioses y los hombres.
El druida tenía también un papel de consejero político ante el rey con el que pudo formar un binomio en el que el rey ejercía la soberanía bajo la inspiración del druida. El druida Diviciacos, contemporáneo de Cicerón y directamente en el origen de la conquista romana de la Galia, aparece sobre todo como el jefe político de los eduos.