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Cuando en Georgia las ajedrecistas son heroínas

Por Ferran Martínez-Aira

Ana Matnadze, la ajedrecista georgiana nacionalizada española, desveló hace unos días en un encuentro con los lectores de El País, que disputando una partida de las espinosas, su contrincante vestía una prenda a rayas que la desconcertaba. “Te parte los ojos, no puedes pensar, es como si tuvieras dos tableros”. Sabía la Gran Maestra que para librarse de esa imagen necesitaba fijar la vista en algo verde, un color que relaja. Lo único que encontró en la sala fue el pantalón de un espectador, “al sentirse observado se levantó y se fue”, matizó Ana.

Matnadze, como Kasparov y otros genios del juego de las 64 casillas, no ha regateado elogios a la serie Gambito de Dama que Netflix estrenó el pasado mes de octubre, especialmente por el gran impulso que ha proyectado al ajedrez. En un mes la habían visto 62 millones de hogares. Una ficción que permitió a Matnadze desgranar algunas de las curiosidades del juego que practica y de su biografía, tan apasionante como la de la protagonista de la serie, Beth Harmon, pero por afortunadamente menos trágica.
“La gente se asombra de que podamos ver y calcular posiciones, incluso de repasar partidas enteras de memoria, pero no tiene ningún misterio, es gracias al entreno”, argumentó Ana, restándole méritos a esta capacidad que en la serie se expresa a través de piezas gigantes que Harmon proyecta mentalmente en el techo. “Las podemos ver en cualquier rincón, incluso en una pared o en el espacio directamente”.

También con humildad evitó Matnadze mencionar los múltiples títulos que posee. Ha conseguido convertirse en Gran Maestra Femenina y Maestro Internacional, además de haber obtenido varias medallas olímpicas compitiendo por España, país que la enamoró muy joven.
Con sólo 10 años, cuando disputaba un Campeonato del Mundo, Ana recibió la llamada del entonces presidente de Georgia. “Lo primero que preguntó es si estábamos bien, contesté que sí y dijo: ‘Estáis haciendo algo muy importante, tú, tranquila, haced’, no haz, ‘haced lo que mejor sabéis hacer”. Ana ganó el Mundial y conservó aquel consejo. Años después, Ana comprendió el significado de aquella llamada, en medio de la guerra civil que sufría su país.

En Georgia las ajedrecistas son heroínas, no en vano el juego lleva promocionándose siglos y no solo entre los hombres. Ya desde la Edad Media se incluía un tablero en la dote. A pesar de ello, Matnadze ha sido la única mujer en numerosos campeonatos. Explicó que ella no ha vivido discriminaciones machistas y que el ajedrez es un espacio mucho más respetuoso que otros ámbitos de la vida, pero señaló las dificultades que tienen las jóvenes para continuar con una preparación de alto nivel, como la falta de políticas que ayuden a la conciliación con los estudios o los pocos referentes. No obstante, considera que el ajedrez se halla en “un momento de transición” que debería dar sus frutos en pocas décadas. Así, aunque entiende que hoy en día un premio exclusivo femenino es “un incentivo” para ella, espera que en el futuro no exista distinción de sexos en las competiciones ni en la federación.

La serie Gambito de dama presenta una circunstancia que para los que desconocen el ajedrez es llamativa. Harmon, interpretada por la actriz de origen argentino Anya Taylor-Joy, es ayudada a preparar un enfrentamiento por un equipo de ajedrecistas que anteriormente han sido sus adversarios. “El ajedrez ha sido siempre un deporte individual, hay mucha rivalidad, pero también mucho compañerismo. Dos o tres rivales pueden intercambiar ideas”, puntualizó Matnadze. La clave reside en su “código interno”, por el cual toda la información compartida durante ese periodo se tratará con discreción y respeto.

Matnadze señaló una sola pega sobre la serie: la vida caótica que lleva la protagonista. “La competición es agotadora, tienes que quitarte de la cabeza todo lo que te desconcentre, desde las cosas familiares hasta hacer la compra”, describió. En su caso, junto al duro entrenamiento, mantiene una alimentación cuidada y práctica deporte regularmente, en su caso zumba. Y concluye que tomar unas simples pastillas para dormir contravendría su código ético, además de que, como cualquier otro deporte, los jugadores se someten a controles contra el dopaje.