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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: LA SEMANA SANTA DÍA A DÍA - SÁBADO SANTO...

LA SEMANA SANTA DÍA A DÍA - SÁBADO SANTO

Es día de luto, Cristo descansa en el sepulcro. Hoy no hay misa. La liturgia de las horas sigue en las Lamentaciones, que se cantan en los maitines. La iglesia guarda silencio: desde el viernes no suena el órgano acompañando los cantos, en señal de austeridad y dolor. O vos omnes qui transitis per víam… Oh vosotros todos los que pasáis por el camino, atended y ved si hay dolor semejante a mi dolor”. Es el lamento de la iglesia en los maitines.

El sábado santo es día de recogimiento: propiamente no tiene más culto que el de las horas; remiten las procesiones, se reza en silencio. La gran celebración de hoy mira ya hacia la Resurrección, hacia la Pascua: es su preparación. Al desplazar el cristianismo la fiesta semanal judía al domingo, el sábado se convierte en laparaskeuh (paraskeué) de la Pascua, en su preparación.

Empieza la preparación de la Pascua con la bendición del fuego nuevo, que se toma de una hoguera encendida fuera de la iglesia, estando ésta totalmente a oscuras y esperando los fieles con cirios apagados en la mano. El sacerdote enciende en la hoguera una tea e inicia la procesión hacia el altar mayor. Se detiene a la entrada, junto a los primeros fieles, y proclama: Lumen Christi, La luz de Cristo; y acerca la tea para que de ella enciendan sus velas los fieles. Éstos cantan: Deo gratias, Gracias a Dios.

Y del mismo modo hace tres paradas y se va iluminando la asamblea. En llegando al altar mayor, se procede al canto del Exultet: “Alégrese la angélica turba de los cielos, alégrense los divinos misterios, y suene la trompeta de la salvación por la victoria de tan gran rey”. Es un bellísimo canto, una de las joyas de la liturgia. De él es ese pasaje tomado de san Agustín, que dice: “O felix culpa, quae talem ac tantum nos méruit habere redemptorem: Oh feliz culpa que nos valió tener tan valioso y tan gran redentor.” Hacia el final de este canto se procede a la caracterización del cirio pascual, al que se le ponen los cinco granos de incienso que representan la inmortalidad, el Alfa y la Omega, y la fecha del año en curso. Se enciende por fin el cirio pascual con la tea del fuego nuevo, se coloca solemnemente en el gran candelabro al lado del Evangelio y se encienden ya todas las luces de la iglesia.

La segunda parte de esta celebración es el turno de las lecturas, recuerdo de la antigua preparación de los catecúmenos para el bautismo. Empiezan desde la creación del mundo. Son 12, y su nombre litúrgico es el de Profecías. Con oraciones y antífonas entre una y otra. Se repite, como el Viernes Santo, el “Flectamus génua / Levate, Arrodillémonos / Levantaos” para cada oración. Y sigue la bendición del agua para el bautismo.

Y procede el sacerdote al extraordinario canto de la exaltación del agua y sus virtudes, en paralelo al Exultet, el canto de exaltación de la Luz: “Oh Dios cuyo Espíritu se movía sobre las aguas desde los mismos principios del mundo, de manera que ya entonces la naturaleza del agua concibió la virtud de la santificación…” Con el agua nueva, bendecida y santificada, asperge al pueblo, y luego la lleva a la pila bautismal mientras se cantan las letanías.

La última parte de esta celebración es la primera misa pascual. Después de las letanías, el sacerdote se reviste de blanco y se canta el “Gloria in excelsis Deo, Gloria a Dios en las alturas” con redoblada solemnidad y echando las campanas al vuelo. Después de la epístola que habla de la Resurrección, se desatan los aleluyas que caracterizarán todo el tiempo pascual. El Evangelio narra la Resurrección según san Mateo: las tres Marías van al sepulcro y lo encuentran vacío. El ángel les anuncia la Resurrección. Y una vez finalizada la misa, el sacerdote despide a los fieles: “Ite, missa est, alleluia, alleluia. Id, vuestra ofrenda ha sido enviada, aleluya, aleluya.” “Gracias a Dios, aleluya, aleluya”, responde el pueblo.

En la calle se han acabado las procesiones penitenciales. Estamos en tiempo de perdón, de resurrección, de gloria y de alegría. Las procesiones y demás celebraciones populares de este día tienen un aire totalmente festivo.