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Cuando Michael Robinson continúa transmitiendo la alegría de vivir
Por Ferran Martínez-Aira
Aunque ahora hace un año que se marchó, Michael continúa transmitiendo la alegría de vivir a todos los que tuvimos la suerte de disfrutarlo, e incluso compartir el maldito bicho, el suyo mortal, el mío curado. Hoy me ha embargado la emoción cuando Vamos ha repetido su último Informe Robinson, realizado a sabiendas que al sonriente irlandés, que se sentía más español que inglés, le quedaba muy poquito de vida.
Con un carisma de los que se tiene o no se tiene, Michael se ganó al público como solo pueden hacerlo las personas con duende. Posiblemente, sin ni siquiera planteárselo, pero de forma natural. “Soy un gaditano más” ciudad de la que se enamoró tanto o más que del fútbol, del rugby, del golf o del ajedrez, sus otras pasiones. El magnífico reportaje de Vamos que recorre los 61 años de Robinson, comienza y acaba junto al mar gaditano, con su esposa Chistinne Anne y sus hijos Liam y Aimée depositando las cenizas del genial Michael en el acantilado rocoso que despide la piel de toro.
Si en su trayectoria como futbolista, Robinson alcanzó la gloria proclamándose campeón de Europa con su Liverpoool en 1984, como profesional de los medios de comunicación, Michael batió records de audiencia con “El día después” y con sus magistrales entrevistas en el “Informe Robinson” viajando más allá del fútbol con deportistas de élite, Nadal entre ellos, abriéndose sin condiciones cuando Michael les proponía entrar en su genuino universo de comunicador.
A pesar de que Robinson sabía que el maldito bicho acabaría con su existencia porque invadió su sangre y sus pulmones, Michael nos dio una lección extra de valentía y entereza imposible de olvidar aquellos días inmersos en plena pandemia. “Estoy jugando un partido y voy perdiendo 2-0. Pero ojo, queda media hora y tengo a Messi quitándose el pantalón del chándal para entrar a jugar para mí. Esto lo voy a ganar”. Optimista hasta el final, el destino le privó de acertar con su pronóstico y se marchó de este mundo. Sin embargo, admirado Michael como reza en la puerta de Anfield: You’ll never walk alone.
Cuando Michael Robinson continúa transmitiendo la alegría de vivir
Por Ferran Martínez-Aira
Aunque ahora hace un año que se marchó, Michael continúa transmitiendo la alegría de vivir a todos los que tuvimos la suerte de disfrutarlo, e incluso compartir el maldito bicho, el suyo mortal, el mío curado. Hoy me ha embargado la emoción cuando Vamos ha repetido su último Informe Robinson, realizado a sabiendas que al sonriente irlandés, que se sentía más español que inglés, le quedaba muy poquito de vida.
Con un carisma de los que se tiene o no se tiene, Michael se ganó al público como solo pueden hacerlo las personas con duende. Posiblemente, sin ni siquiera planteárselo, pero de forma natural. “Soy un gaditano más” ciudad de la que se enamoró tanto o más que del fútbol, del rugby, del golf o del ajedrez, sus otras pasiones. El magnífico reportaje de Vamos que recorre los 61 años de Robinson, comienza y acaba junto al mar gaditano, con su esposa Chistinne Anne y sus hijos Liam y Aimée depositando las cenizas del genial Michael en el acantilado rocoso que despide la piel de toro.
Si en su trayectoria como futbolista, Robinson alcanzó la gloria proclamándose campeón de Europa con su Liverpoool en 1984, como profesional de los medios de comunicación, Michael batió records de audiencia con “El día después” y con sus magistrales entrevistas en el “Informe Robinson” viajando más allá del fútbol con deportistas de élite, Nadal entre ellos, abriéndose sin condiciones cuando Michael les proponía entrar en su genuino universo de comunicador.
A pesar de que Robinson sabía que el maldito bicho acabaría con su existencia porque invadió su sangre y sus pulmones, Michael nos dio una lección extra de valentía y entereza imposible de olvidar aquellos días inmersos en plena pandemia. “Estoy jugando un partido y voy perdiendo 2-0. Pero ojo, queda media hora y tengo a Messi quitándose el pantalón del chándal para entrar a jugar para mí. Esto lo voy a ganar”. Optimista hasta el final, el destino le privó de acertar con su pronóstico y se marchó de este mundo. Sin embargo, admirado Michael como reza en la puerta de Anfield: You’ll never walk alone.