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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: Contexto histórico...

Contexto histórico

Autores como Luis Alfonso Gámez, Ricardo Campo​ o Neil de Grasse Tyson han insistido en la gran importancia de los antecedentes históricos que rodeaban el nacimiento y la popularización del término «ovni».

A finales del siglo XIX y principios del xx, Percival Lowell había publicado varias obras sobre Marte en las que postulaba que las líneas oscuras divisadas por Giovanni Schiaparelli en la superficie marciana constituían una red de canales creados por una civilización inteligente, para traer agua desde los polos al ecuador del «planeta rojo». Pese a que las observaciones de Lowell se revelarían erróneas, el público en general consideró la existencia de vida extraterrestre inteligente y cercana a la Tierra como un hecho probado científicamente.

En 1944, la Luftwaffe había conseguido hacer operativo el Heinkel He 178. El motor de este avión sorprendió por su sencillez al no necesitar bielas, pistones, cigüeñal, aceite y los demás elementos utilizados hasta el momento.​ También su velocidad, cercana a los 700 km/h, dejaba bastante atrás a los mejores aparatos de la época, caso del Supermarine Spitfire. Como tercera virtud se puede destacar su maniobrabilidad. Además, el aparato en sí ya era sorprendente para personas poco introducidas en el mundo aeronáutico por no tener hélices que lo impulsaran. Aparatos como este y tantos otros que le siguieron comenzaron a implantar en el ciudadano corriente la idea de que se investigaba sobre nuevos modelos aéreos, bastante diferentes de los anteriores y con unas prestaciones muy superiores.

Un efecto más contundente si cabe para la opinión pública, lo causó el V2. Este misil balístico dejaba muy atrás a lo que podían presentar naciones como la Unión Soviética o Estados Unidos. El V2 era capaz de mover una carga útil de casi una tonelada, a varios cientos de kilómetros y a velocidades que superaban con mucho la del sonido. Este portento de la ingeniería abrió nuevamente la mentalidad del público en general e hizo ver como posible que un ingenio de origen inteligente causara imágenes que antes se hubieran tomado por espejismos, resplandores, relámpagos o cualquier otra explicación natural.

El 16 de julio de 1945 tuvo lugar en Álamo Gordo la Prueba Trinity, con la que culminaba el Proyecto Manhattan. Dicha prueba, junto a la utilización posterior de una bomba de uranio y otra de plutonio, demostró que se podía conseguir gran cantidad de energía con poca masa. Pero, al mismo tiempo, se descubría un nuevo tipo de arma con una capacidad destructiva incomparable, lo cual supuso un salto cualitativo en el tipo de guerra que podría librarse. Igualmente se dio el pistoletazo de salida para una carrera de armamentos entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, junto a una carrera de información para conocer cada bando el nivel alcanzado por su oponente.

La información sobre la Unión Soviética constituyó todo un problema para Estados Unidos. John Lewis Gaddis​ indica que inicialmente no se sabía el estado real alcanzado por la tecnología soviética. Fue bastante avanzada la Guerra Fría cuando se comprobó que la tecnología soviética estaba por detrás de la estadounidense. Sin embargo había dos campos donde sí llevaban cierta ventaja: uno era el balístico y el otro fue la capacidad de guardar sus secretos. El régimen de Iósif Stalin y el de sus sucesores era una dictadura férrea, con un control considerable de la información producida y difundida, por lo que las apariencias resultaban más fáciles de guardar. Unido a esto, las inmensas proporciones del país le concedían una profundidad estratégica sin igual, lo que hacía imposible observar todo su territorio desde ningún punto de su frontera, aunque solo fuese indirectamente y por muy alto que se alzara el observador. Así los soviéticos podían amenazar con misiles que no tenían y esgrimir divisiones con las que no contaban, o al menos en determinados momentos, lo cual constituía una fuente de rumores. La recién creada Agencia Central de Inteligencia (CIA) y la Casa Blanca necesitaban información sobre lo que sucedía en la Unión Soviética. Para conseguirla propusieron tratados, desarrollaron ingenios, financiaron los proyectos más variopintos... todo para conseguir fotografías o mediciones atmosféricas que pudieran indicar los avances de la otra superpotencia en campos como el de los misiles intercontinentales, los bombarderos estratégicos o las pruebas nucleares atmosféricas. Pero la incógnita de hasta donde había conseguido llegar la tecnología soviética perduró durante bastantes años, al menos hasta la llegada de los satélites espías.

Ante las prestaciones ofrecidas por el motor de reacción y el misil balístico, las potencias vencedoras se disputaron a los técnicos implicados en los programas alemanes para desarrollar los suyos propios. Sin embargo, por una serie de decisiones, los Estados Unidos mantuvieron relegado a von Braun durante un tiempo, mientras los dirigentes soviéticos sacaron del Gulag a Serguéi Koroliov para que retomase los programas de misiles abandonados años atrás. Al poco tiempo, los segundos iban más adelantados que los primeros en misiles y cohetes. Carl Sagan, quien participó en el programa Apolo, indica que dicha ventaja fue inicial. Tanto los dirigentes de la URSS como de los Estados Unidos quedaron sorprendidos al ver el interés del público por los temas espaciales cuando los soviéticos decidieron utilizar su misil balístico para poner en órbita el Sputnik 1. Incluso los éxitos soviéticos crearon cierto pánico en la población estadounidense al sentirse vulnerables y en inferioridad tecnológica frente a su enemigo. El mismo Sagan veía con envidia años después las pocas preguntas que les hacían los políticos para darles lo que pidieran para temas espaciales.​ El astrobiólogo transcribe el interrogatorio mantenido en 1958 entre Daniel J. Flood, presidente de la subcomisión para asignaciones de la defensa y representante del partido demócrata por Pensilvania, y Richard E. Horner, secretario de la asesoría para la Fuerza Aérea de los Estados Unidos. Ante la petición de una partida considerable de fondos para la investigación espacial, la subcomisión realizó tres preguntas a Horner y, tras responderlas, Flood declaró:

Deberíamos darle todo el dinero, todo el hardware y todo el personal que precisen, sin importar lo que otras personas puedan opinar o querer, y pedirles que se suban a una colina y que lo hagan sin contemplaciones.