ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: SANTORAL-ONOMÁSTICA...

SANTORAL-ONOMÁSTICA

Santos del día 11 de Octubre

Nuestra Señora de Begoña; María Soledad Torres Acosta fundadora de las Siervas de María; Nicasio y Germán obispos; Quirino y Anastasio presbíteros; Escubículo, Plácido, Ginés, Probo, Andrónico, Sármata, Zanaida y Filonila mártires; Venancio abad; Sisinio arzobispo.

SOLEDAD

Nombre totalmente transparente en cuanto a su significado, y también en cuanto a su valor, allí donde más se lleva, que es donde la Virgen de la Soledad cuenta con la devoción de todo el pueblo. Es una Virgen dolorosa, igual que la Virgen de la Piedad o la Virgen de los Dolores, estrechamente vinculadas a la Semana Santa y a las solemnísimas celebraciones que con este motivo tienen lugar. Los pasos de la Soledad, las procesiones de la Soledad y del Silencio nos evocan la figura de la Virgen después de morir su Hijo, sumida en la más profunda soledad. Este trance de María ha encendido la inspiración de los escultores y de los poetas y la fe del pueblo. Saetas que cortan el aire, lloran más que cantan la soledad de la Virgen en el silencio sobrecogedor de estas procesiones. Es comprensible que todos estos ritos, junto con la imaginería que les acompaña, cuyas más hondas raíces se pierden en el origen de los tiempos, hayan querido perpetuarse entre los más bellos nombres de mujer. Las Soledades celebran su onomástica el Viernes Santo (en algunas localidades, el Sábado santo), día en que se conmemora Nuestra Señora de la Soledad.

La soledad ha sido cantada por los poetas, que deseosos de huir del mundanal ruido la han amado y la han cultivado como un don preciadísimo, que les ha permitido estar consigo mismos, cosa de la que sienten gran necesidad las almas cultivadas, y que no es fácil conseguir. "A mis soledades voy, de mis soledades vengo...", que dice Lope de Vega. Y las Soledades de Góngora: la Soledad en los campos, la Soledad de las riberas, y las previstas y no concluidas Soledad de las selvas y Soledad del yermo. Es la añoranza del poeta por la soledad, portadora de paz y sosegada alegría. Y las Soledades de Antonio Machado, poemas en los que canta paisajes reales o interiores del alma, y sentimientos callados. Y en lo popular, el cante y el baile por soleares (soleá es la forma andaluza de soledad), de una fuerza y un desgarro impresionantes. Son la más genuina creación gitano-andaluza surgida con posterioridad a las tonás y siguiriyas; un cante que en sus orígenes fue para bailar, que surgió de otras formas primitivas en el primer tercio del siglo XIX. Aún resuenan los nombres de los grandes forjadores de soleares: la Andonda, Merced la Serneta, Paquirri el Guanté, Enrique el Mellizo, Juaniquí de Lebrija...

Y no acaba aquí el atractivo ejercido en nuestro idioma por el nombre de Soledad: toda la geografía de habla hispana rebosa de soledades. Son cientos los lugares bautizados con el nombre de Soledad. Desde las islas Malvinas, cuya isla oriental se llama la Soledad, pasando por Soledad de Doblado, municipio de México con unos 35.000 habitantes, y varias decenas de otros lugares menores con el mismo nombre, y un inacabable rosario de Soledades en la práctica totalidad de los países hispanoamericanos. Eso es así porque han sido muchos los exploradores y los fundadores de pueblos y ciudades que han soñado encontrar en ellos la soledad que andaban buscando. Y es que frente al mundanal alboroto, un remanso de paz y soledad es el premio que ansía todo el que se ve zarandeado por los ajetreos de la vida. Soledad es, en fin, un nombre de ensueño.

¡Felicidades!

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