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APRENDER A DECIR “NO”

Asertividad

Para saber decir que no, hay que ser asertivos. Hay muchas técnicas para ello. Una de las mejores es desarmar a la otra persona reconociendo sus méritos, para a continuación exponer la situación propia.

Por ejemplo, en una discusión sobre quién ha de ir a buscar a los hijos al colegio, si el cónyuge afirma que está tan cansado que no puede hacerlo, es conveniente hacerle saber que se aprecia su esfuerzo en el trabajo y se comprende que esté cansado. Acto seguido, hay que defender la postura propia y exponer los argumentos.

Se trata de defender los derechos propios sin vulnerar los de la otra persona. Ser asertivo es expresar los propios puntos de vista respetando los de los demás. Todo el mundo tiene derecho a expresar su punto de vista sin temor a equivocarse. Y una buena forma de asegurarse que una idea recibirá una buena acogida es haber valorado previamente las de los demás.

Repetición sistemática

Otra técnica muy válida para la vida diaria es la denominada “disco rallado”. Es útil ante desconocidos, cuyo único interés es vender un producto. Un ejemplo típico puede ser el de un vendedor de productos puerta a puerta. No hay que intentar comprenderle, ya que si se entra en su juego puede terminarse comprando algo de lo que posteriormente será fácil arrepentirse.

En este caso, la mejor opción es repetir sistemáticamente que el producto no interesa, hasta que desista al ver que la venta es imposible. Ante cada ventaja o prestación que se presente habrá que dar siempre la misma respuesta: “no me interesa”. De esta forma, es posible salir del paso educadamente sin haber cedido a la presión.

Ser habilidosos socialmente

Las habilidades sociales son básicas para el desenvolvimiento en la vida diaria. Las personas tienen intereses y formas distintas de ver el mundo, por lo que el conflicto interpersonal está a la orden del día. Si no se desarrollan suficientemente las habilidades sociales o se emplean de forma equivocada, surge la frustración y la insatisfacción.

En todo caso, se trata de optar por una conducta moderada. No hay que elegir un estilo pasivo, ya que si se acepta todo lo que los demás dicen, se terminará siendo un pelele al que todo el mundo recurra para solucionar sus problemas. Y tampoco hay que elegir un estilo agresivo que nos granjee la enemistad de los que nos rodean, al no mostrar interés por sus problemas ni valorar sus méritos.