Aspiraciones religiosas
En Barcelona se hospedó en el Monasterio de Montserrat de los benedictinos (25 de marzo de 1522), donde colgó su vestidura militar frente a la imagen de la Virgen y abandonó el mismo con harapos y descalzo. De esa forma llegó a Manresa, donde permanecería diez meses, ayudado por un grupo de mujeres creyentes, entre las cuales tuvo fama de santidad. En esta etapa vivió en una cueva en donde meditó y ayunó. De esta experiencia nacieron los Ejercicios espirituales, que serían editados en 1548 y son la base de la espiritualidad ignaciana.
En Manresa se produjo el cambio drástico de su vida, «cambiar el ideal del peregrino solitario por el de trabajar en bien de las almas, con compañeros que quisiesen seguirle en su camino».
Llegó a Roma y, seguidamente, el 4 de septiembre de 1523 a Jerusalén, de donde tuvo que volver a Barcelona.
Su amiga Isabel Roser le aconsejó que iniciase estudios. Aprendió latín y se inscribió en la universidad. Estudió en Alcalá de Henares desde 1526 a 1527; vivió y trabajó en el Hospital de Antezana como enfermero y cocinero para los enfermos. Posteriormente, fue a Salamanca, hablando a todos sobre sus ejercicios espirituales, cosa que no fue bien vista por las autoridades y le acarreó algunos problemas, y lo llegaron a encarcelar algunos días. En vista de la falta de libertad para su plática en España, decidió irse a París.
En Barcelona se hospedó en el Monasterio de Montserrat de los benedictinos (25 de marzo de 1522), donde colgó su vestidura militar frente a la imagen de la Virgen y abandonó el mismo con harapos y descalzo. De esa forma llegó a Manresa, donde permanecería diez meses, ayudado por un grupo de mujeres creyentes, entre las cuales tuvo fama de santidad. En esta etapa vivió en una cueva en donde meditó y ayunó. De esta experiencia nacieron los Ejercicios espirituales, que serían editados en 1548 y son la base de la espiritualidad ignaciana.
En Manresa se produjo el cambio drástico de su vida, «cambiar el ideal del peregrino solitario por el de trabajar en bien de las almas, con compañeros que quisiesen seguirle en su camino».
Llegó a Roma y, seguidamente, el 4 de septiembre de 1523 a Jerusalén, de donde tuvo que volver a Barcelona.
Su amiga Isabel Roser le aconsejó que iniciase estudios. Aprendió latín y se inscribió en la universidad. Estudió en Alcalá de Henares desde 1526 a 1527; vivió y trabajó en el Hospital de Antezana como enfermero y cocinero para los enfermos. Posteriormente, fue a Salamanca, hablando a todos sobre sus ejercicios espirituales, cosa que no fue bien vista por las autoridades y le acarreó algunos problemas, y lo llegaron a encarcelar algunos días. En vista de la falta de libertad para su plática en España, decidió irse a París.