Fundación de la Compañía de Jesús
Viajó a Flandes e Inglaterra para conseguir dinero para su obra. Tenía ya muy perfilado el proyecto y los compañeros que le siguieron. El 15 de agosto de 1534 los siete juraron en Montmartre «servir a nuestro Señor, dejando todas las cosas del mundo» y fundaron la Sociedad de Jesús, que luego sería llamada la Compañía de Jesús. Decidieron viajar a Tierra Santa y, si no podían, ponerse a las órdenes del papa.
Ignacio partió para su tierra por motivos de salud, donde permaneció tres meses. Luego hizo varias visitas a los familiares de sus compañeros, entregando cartas y recados, y se embarcó para Venecia, donde pasó todo el año de 1536, que aprovecharía para estudiar. El 8 de enero de 1537 llegaron los compañeros de París.
El papa Paulo III les dio la aprobación y les permitió ordenarse sacerdotes. Fueron ordenados en Venecia por el obispo de Arbe el 24 de junio. Ignacio celebraría su primera misa en la noche de Navidad del año 1538. En ese tiempo se dedicaron a predicar y al trabajo caritativo en Italia. Partió a Roma a pedir permiso para ir a Jerusalén y se lo dieron, pero por problemas bélicos no pudieron llegar y se pusieron a las órdenes del papa.
En el viaje a Roma sucedió un hecho importante en la vida de Ignacio. En La Storta, localidad al norte de Roma, tuvo una experiencia espiritual de excepcional trascendencia, que su autobiografía recoge así:
Tuvo tal mutación en su alma y ha visto tan claramente que el Padre le ponía con Cristo, su Hijo, que no sería capaz de dudar de que el Padre le ponía con su Hijo. Con esta expresión reveló la unión que desde entonces sintió con Cristo. Laínez completó estos datos, añadiendo que la visión fue trinitaria, y que en ella el Padre, dirigiéndose al Hijo, le decía: «Yo quiero que tomes a éste como servidor tuyo» y Jesús, a su vez, volviéndose hacia Ignacio, le dijo: «Yo quiero que tú nos sirvas».
Esto determinaría la fundación de la Compañía de Jesús; sería el remate a lo que comenzó en Manresa con los ejercicios espirituales. La directriz era clara: ser compañeros de Jesús, alistados bajo su bandera, para emplearse en el servicio de Dios y bien del prójimo.
En octubre de 1538, Ignacio se encaminó hacia Roma, junto con Fabre y Laínez, para la aprobación de la constitución de la nueva orden. Un grupo de cardenales se mostró a favor de la constitución y Paulo III confirmó la orden mediante la bula Regimini militantis (27 de septiembre de 1540), pero limitaba el número de sus miembros a sesenta. Esta limitación fue revocada a través de la bula Injunctum nobis (14 de marzo de 1543). Así nacía la Societas Iesu, la Compañía de Jesús o, como se le conoce comúnmente, «los Jesuitas».
Viajó a Flandes e Inglaterra para conseguir dinero para su obra. Tenía ya muy perfilado el proyecto y los compañeros que le siguieron. El 15 de agosto de 1534 los siete juraron en Montmartre «servir a nuestro Señor, dejando todas las cosas del mundo» y fundaron la Sociedad de Jesús, que luego sería llamada la Compañía de Jesús. Decidieron viajar a Tierra Santa y, si no podían, ponerse a las órdenes del papa.
Ignacio partió para su tierra por motivos de salud, donde permaneció tres meses. Luego hizo varias visitas a los familiares de sus compañeros, entregando cartas y recados, y se embarcó para Venecia, donde pasó todo el año de 1536, que aprovecharía para estudiar. El 8 de enero de 1537 llegaron los compañeros de París.
El papa Paulo III les dio la aprobación y les permitió ordenarse sacerdotes. Fueron ordenados en Venecia por el obispo de Arbe el 24 de junio. Ignacio celebraría su primera misa en la noche de Navidad del año 1538. En ese tiempo se dedicaron a predicar y al trabajo caritativo en Italia. Partió a Roma a pedir permiso para ir a Jerusalén y se lo dieron, pero por problemas bélicos no pudieron llegar y se pusieron a las órdenes del papa.
En el viaje a Roma sucedió un hecho importante en la vida de Ignacio. En La Storta, localidad al norte de Roma, tuvo una experiencia espiritual de excepcional trascendencia, que su autobiografía recoge así:
Tuvo tal mutación en su alma y ha visto tan claramente que el Padre le ponía con Cristo, su Hijo, que no sería capaz de dudar de que el Padre le ponía con su Hijo. Con esta expresión reveló la unión que desde entonces sintió con Cristo. Laínez completó estos datos, añadiendo que la visión fue trinitaria, y que en ella el Padre, dirigiéndose al Hijo, le decía: «Yo quiero que tomes a éste como servidor tuyo» y Jesús, a su vez, volviéndose hacia Ignacio, le dijo: «Yo quiero que tú nos sirvas».
Esto determinaría la fundación de la Compañía de Jesús; sería el remate a lo que comenzó en Manresa con los ejercicios espirituales. La directriz era clara: ser compañeros de Jesús, alistados bajo su bandera, para emplearse en el servicio de Dios y bien del prójimo.
En octubre de 1538, Ignacio se encaminó hacia Roma, junto con Fabre y Laínez, para la aprobación de la constitución de la nueva orden. Un grupo de cardenales se mostró a favor de la constitución y Paulo III confirmó la orden mediante la bula Regimini militantis (27 de septiembre de 1540), pero limitaba el número de sus miembros a sesenta. Esta limitación fue revocada a través de la bula Injunctum nobis (14 de marzo de 1543). Así nacía la Societas Iesu, la Compañía de Jesús o, como se le conoce comúnmente, «los Jesuitas».