Historia
Inicios del iberismo
Antes de la Guerra de Independencia, existieron planteamientos aislados acerca de la unión de España y Portugal, de ellas destaca la del abate José Marchena, quien, a finales de 1792 en una memoria para extender la Revolución a España dirigida al ministro de exteriores francés Charles-François Lebrun planteaba la creación de una República federal ibérica. Pero el verdadero detonante del inicio del iberismo se produjo durante la Guerra de la Independencia (1808-1814), en la que tanto españoles y portugueses se aliaron de nuevo en un proyecto común —la expulsión de los franceses—.
No obstante, acabada la contienda y restaurado el absolutismo en España, se reanudó la confrontación diplomática entre España y Portugal acerca de la cuestión de la devolución de Olivenza a Portugal. En este contexto, el iberismo se desarrolla como forma de establecer y consolidar el Estado liberal entre las minorías intelectuales de ambos países.
La Revolución liberal de Oporto de 1820 que trajo un periodo liberal en Portugal, propició la difusión en Portugal de ideas iberistas por sociedades masónicas y liberales españolas, con propuestas que iban desde unir España con Portugal en un solo reino o repartir la península ibérica en siete repúblicas federadas, de las cuales cinco estarían en España y dos en Portugal. No obstante, la posición política, incluso de los liberales, era considerar la recomposición de las relaciones de España y Portugal con sus antiguas posesiones en América, lo que chocaba con la unión de España y Portugal.
Tras el retorno al absolutismo en 1823 tanto en España como en Portugal, los liberales españoles refugiados en Londres, prosiguieron sus contactos con los liberales de exilio portugueses prosiguiendo la idea unificadora de la península ibérica. En la prensa publicada en el exilio, en El Constitucional Español o en O Campeão Português, aparecieron artículos a favor de la unión ibérica.
Algunos liberales, que no esperaban nada del rey español, depositaron sus esperanzas en la figura de Pedro I de Brasil, breve rey de Portugal, sobrino de Fernando VII, para ser monarca constitucional liberal de toda Iberia. En 1826 los liberales exiliados en Gibraltar enviaron una carta al emperador de Brasil en la que expresaban su deseo de que ciñera algún día «las tres Coronas» (España, Portugal y Brasil) y de que Iberia quedara unificada bajo la dinastía de Braganza desplazando a los Borbones, a los que se añadieron idénticos requerimientos en 1829 y 1830.
Con la muerte de Fernando VII de España se produjo el retorno de los liberales del exilio, y el establecimiento de la Cuádruple Alianza (1834) para apoyar a las recientes monarquías liberales de España y Portugal, reprodujo en la península ibérica las tensiones anglo-francesas, lo cual entorpeció el acercamiento entre España y Portugal y finalizó el primer empuje iberista. Estas tensiones se reflejaron en el casamiento de la reina Isabel II de España en 1846. Aunque el príncipe heredero Pedro nacido en 1837 tenía poca edad, y ante esto Andrés Borrego propuso unos esponsales y posponer el matrimonio, la cuestión acerca de quién debía desposar a la reina reflejaba los propios intereses de los dos partidos políticos y sus afinidades hacia Francia o al Reino Unido. El matrimonio de Isabel II con Francisco de Asís de Borbón supuso el triunfo del partido moderado y de los franceses, y reflejó el anti-iberismo de la Corte español, donde se veía que la Unión Ibérica podía acabar con la reina, por lo que se impulsó una propaganda en contra.
Sin embargo, desde los años 1830 un sector del liberalismo más radical de cuño demócrata-republicano que propugnaba el federalismo como forma de organización política de la «nación española» abogó por el iberismo bajo la fórmula de una república federal que englobara a Portugal y a España. Un ejemplo nos lo proporciona el periódico republicano El Huracán —publicado entre 1840 y 1841 y que ponía como modelo de la «democracia pura» a Estados Unidos— que en sus páginas incluyó los siguientes versos federales e iberistas:
Ante todo destronar
de Borbón la raza infiel,
federarnos en tropel,
con el digno lusitano
y ser pueblo soberano
Sin Cristina ni Isabel.
Inicios del iberismo
Antes de la Guerra de Independencia, existieron planteamientos aislados acerca de la unión de España y Portugal, de ellas destaca la del abate José Marchena, quien, a finales de 1792 en una memoria para extender la Revolución a España dirigida al ministro de exteriores francés Charles-François Lebrun planteaba la creación de una República federal ibérica. Pero el verdadero detonante del inicio del iberismo se produjo durante la Guerra de la Independencia (1808-1814), en la que tanto españoles y portugueses se aliaron de nuevo en un proyecto común —la expulsión de los franceses—.
No obstante, acabada la contienda y restaurado el absolutismo en España, se reanudó la confrontación diplomática entre España y Portugal acerca de la cuestión de la devolución de Olivenza a Portugal. En este contexto, el iberismo se desarrolla como forma de establecer y consolidar el Estado liberal entre las minorías intelectuales de ambos países.
La Revolución liberal de Oporto de 1820 que trajo un periodo liberal en Portugal, propició la difusión en Portugal de ideas iberistas por sociedades masónicas y liberales españolas, con propuestas que iban desde unir España con Portugal en un solo reino o repartir la península ibérica en siete repúblicas federadas, de las cuales cinco estarían en España y dos en Portugal. No obstante, la posición política, incluso de los liberales, era considerar la recomposición de las relaciones de España y Portugal con sus antiguas posesiones en América, lo que chocaba con la unión de España y Portugal.
Tras el retorno al absolutismo en 1823 tanto en España como en Portugal, los liberales españoles refugiados en Londres, prosiguieron sus contactos con los liberales de exilio portugueses prosiguiendo la idea unificadora de la península ibérica. En la prensa publicada en el exilio, en El Constitucional Español o en O Campeão Português, aparecieron artículos a favor de la unión ibérica.
Algunos liberales, que no esperaban nada del rey español, depositaron sus esperanzas en la figura de Pedro I de Brasil, breve rey de Portugal, sobrino de Fernando VII, para ser monarca constitucional liberal de toda Iberia. En 1826 los liberales exiliados en Gibraltar enviaron una carta al emperador de Brasil en la que expresaban su deseo de que ciñera algún día «las tres Coronas» (España, Portugal y Brasil) y de que Iberia quedara unificada bajo la dinastía de Braganza desplazando a los Borbones, a los que se añadieron idénticos requerimientos en 1829 y 1830.
Con la muerte de Fernando VII de España se produjo el retorno de los liberales del exilio, y el establecimiento de la Cuádruple Alianza (1834) para apoyar a las recientes monarquías liberales de España y Portugal, reprodujo en la península ibérica las tensiones anglo-francesas, lo cual entorpeció el acercamiento entre España y Portugal y finalizó el primer empuje iberista. Estas tensiones se reflejaron en el casamiento de la reina Isabel II de España en 1846. Aunque el príncipe heredero Pedro nacido en 1837 tenía poca edad, y ante esto Andrés Borrego propuso unos esponsales y posponer el matrimonio, la cuestión acerca de quién debía desposar a la reina reflejaba los propios intereses de los dos partidos políticos y sus afinidades hacia Francia o al Reino Unido. El matrimonio de Isabel II con Francisco de Asís de Borbón supuso el triunfo del partido moderado y de los franceses, y reflejó el anti-iberismo de la Corte español, donde se veía que la Unión Ibérica podía acabar con la reina, por lo que se impulsó una propaganda en contra.
Sin embargo, desde los años 1830 un sector del liberalismo más radical de cuño demócrata-republicano que propugnaba el federalismo como forma de organización política de la «nación española» abogó por el iberismo bajo la fórmula de una república federal que englobara a Portugal y a España. Un ejemplo nos lo proporciona el periódico republicano El Huracán —publicado entre 1840 y 1841 y que ponía como modelo de la «democracia pura» a Estados Unidos— que en sus páginas incluyó los siguientes versos federales e iberistas:
Ante todo destronar
de Borbón la raza infiel,
federarnos en tropel,
con el digno lusitano
y ser pueblo soberano
Sin Cristina ni Isabel.