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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: Último tercio del siglo XIX...

Último tercio del siglo XIX

A finales de la década de 1860, el régimen liberal moderado entró en una grave crisis, a la vez que aumentaban las fuerzas que consideraban inevitable la abdicación de la reina Isabel II de España. De este modo, el proyecto de iberismo se convirtió en una meta realizable. Los movimientos de unificación de Italia o Alemania y el desarrollo económico y social de los Estados Unidos, acelerado tras superar la crisis de la Guerra de Secesión, ampliaron las esperanzas de una unión o federación de Iberia.

Otra propuesta fue la realizada por Teófilo Braga que describió la trayectoria común de España y Portugal como parte da ordem natural das coisas. Según su pensamiento político, el propio Braga desarrolló un plan concreto para el establecimiento de una Federación Ibérica en la que España debería convertirse en república, dividirse en territorios autónomos e incluir en dicha federación a Portugal que sería así la más fuerte y grande unidad del conjunto, así como establecer la capital en Lisboa.

Durante todo el Sexenio Revolucionario el movimiento alcanza su mayor auge tanto en España como en Portugal. Con la Revolución de 1868, los liberales progresistas abogaban de nuevo por la monarquía constitucional. Una vez más surgía la posibilidad de una "unión ibérica" de tipo dinástico, ya que facciones importantes de aquellos consideraron que el candidato más adecuado al trono español era Fernando de Coburgo, padre del rey portugués Luis I, de modo que a su muerte el trono español pasaría al rey portugués. Sin embargo, hubo facciones que proponían otros candidatos, y los republicanos reaccionaron violentamente contra esos proyectos. En estas circunstancias, cuando Fernando de los Ríos fue a Lisboa en 1869 para ofrecerle el trono, Fernando de Coburgo no quiso aceptarlo, temiendo verse envuelto en disturbios y querellas políticas, no solo en España sino también en Portugal, donde se recelaba que dicha candidatura supusiera la pérdida de la soberanía portuguesa.​

Fue Amadeo de Saboya quien se sentó en el trono español, teniendo que hacer frente a muy graves problemas que le llevaron en febrero de 1873 a abdicar tras verse aislado políticamente, lo que condujo la proclamación de la Primera República (1873-1874). Esto aumentó los contactos entre los federalistas españoles y portugueses.

Los republicanos españoles abogaban ahora por la Federación Ibérica. Acusaban a la monarquía de ser causa de la ruptura peninsular, y propusieron la república federal, "una federación en la que, conservando dentro de su territorio su autonomía, se asociara al resto de los Estados de la gran república ibérica para aumentar su fuerza ante el extranjero con la fuerza de todos". Pero entre ellos hubo posiciones distintas a la hora de concebir la fórmula federal, diferenciándose cuatro tipos:

● La primera corriente, más o menos partidaria de Pi y Margall, proponía "una reconstrucción histórica" que actualizase la concepción pactista de la Corona de Aragón. El ideal está en aquella antigua "Hispania" que se identificaba con la totalidad de la península ibérica, compuesta de reinos diferentes. Dividían la península en un número indeterminado de cantones o Estados Federales que disfrutaban de autonomía y que, unidos por un "pacto federal", crearían una República Federal. Portugal sería un Estado más que se sumaría a los ya establecidos, por la división de España, en la península.● La segunda corriente mantenía un criterio político más moderno. Le importaba el equilibrio de los Estados, muchas veces ignorando la delimitación de los antiguos reinos. Según Fernández Herrero, uno de sus representantes más notables, España quedaría dividida en los siguientes cantones: Cataluña, Valencia y Murcia, Granada y Córdoba, Sevilla y Extremadura, Castilla la Nueva, Aragón, Vascongadas y Navarra, Castilla la Vieja, Reino de León, Asturias y Galicia. Participarían en este organismo federal los tres Estados de Portugal, divididos por el Duero y por el Tajo.

● La tercera corriente era intermedia, manteniendo un criterio mixto, entre histórico y político. Garrido era su principal representante, propugnaba que la península ibérica formara una federación compuesta de dieciocho Estados.

● La cuarta aceptaba la independencia y autonomía de los países ibéricos. Es la confederación, se insistía, en una república federal sólo para España, sin imponérsela a Portugal.

En junio de 1873, tras la dimisión de Estanislao Figueras como presidente del poder ejecutivo, Pi y Margall accedió al puesto. España se definió como República federal y comenzaron los trabajos para elaborar la Constitución federal de la República Española. En el proyecto presentado por Castelar a la Cortes Constituyentes en julio, España se componía de los dieciocho Estados siguientes: Andalucía Alta, Andalucía Baja, Aragón, Asturias, Baleares, Canarias, Castilla la Nueva, Castilla la Vieja, Cataluña, Cuba, Extremadura, Galicia, Murcia, Navarra, Puerto Rico, Valencia, León y las Regiones Vascongadas. No obstante, los republicanos centralistas se oponían al propio sistema federal, mientras los republicanos intransigentes reclamaban que la república federal se obtendría por la federación libre de cantones independientes. Mientras tanto, aumentaban las fuerzas monárquicas que intentaban la restauración alfonsina o la instauración de la monarquía carlista. Por tanto, la república española tuvo que afrontar la Rebelión cantonal, la Tercera Guerra Carlista y la Guerra de los Diez Años cubana, lo que frustró la definición de una fórmula definitiva de Estado federal y sin haber adelantado nada sobre la unión de Iberia. Esto en definitiva, finalizó la fase más activa del iberismo.