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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: Finales del siglo XIX...

Finales del siglo XIX

Retraimiento de iberismo

Desde fines del siglo XIX el proyecto iberista se fue diluyendo pero sin llegar a desaparecer. El último cuarto del siglo XIX se caracterizó por una estabilización política tanto en España como en Portugal. Ambos países buscaron un acuerdo con Francia como con el Reino Unido para mantener un statu quo para alejar cualquier revolución político-social, lo que acentuó la afirmación nacional tanto en España como en Portugal, lo que supuso un freno en el iberismo. Con todo, hubo manifestaciones a favor de la unión ibérica: durante el año 1890 el republicano Rafael Labra manifestó su deseo de una Unión Ibérica en el Congreso de Diputados. En junio de 1893 se celebró el Congreso republicano en Badajoz, en el que participaron federalistas tanto de Portugal como de España; pero estos movimientos no encontraban eco, dado que en ambos países se intensificaba el proceso nacionalizador del Estado-nación. Además, en España se añadió el surgimiento de los nacionalismos periféricos de Cataluña y País Vasco, y la pérdida de los territorios de ultramar, por lo que el planteamiento de una unión con Portugal se veía como un problema a añadir. Por su parte, Portugal amplió su imperio colonial lo que le reportó unos beneficios, que incidieron en mejoras de infraestructuras sin necesidad de haber llevado a cabo una unión con España.​

El fracaso del iberismo se produjo porque se manejó en una dimensión utópica, restringido a intelectuales y periodistas.​ En estos tiempos los republicanos y federalistas, tan activos en la década de 1860 y el sexenio revolucionario, se dedicaron a escribir libros con las que justificarse. Pi y Margall publicó Las Nacionalidades en 1876, donde defendía el Estado federal insistiendo en las afinidades de España y Portugal. Garrido publicaba Los Estados Unidos de Iberia en 1881. Reiteraba su ideal republicano y universal, pero al mismo tiempo consideraba que la Unión Ibérica era el mejor remedio de los pequeños países para esquivar sus desventajas en la política internacional de la era imperialista. El iberismo portugués de 1890, difundido principalmente entre los estudiantes, fue un caso excepcional.

La reafirmación positiva de la noción de solidaridad peninsular conoció dos momentos de repunte en el siglo XIX: 1890 y 1898, marcados respectivamente por el ultimátum británico y la Guerra hispano-estadounidense.​ A raíz de la crisis con el Reino Unido por el Ultimátum británico de 1890 la anglofobia dio pie en Portugal a ideas de acercamiento a España y a un horizonte de federación ibérica, celebrado desde España por los republicanos federalistas.​ En cambio, pese a la solidaridad mencionada, la guerra de 1898 generó también dinámicas de recelo en Portugal ante la idea de una España amenazante que, habiendo perdido su imperio, posaría su vista sobre Portugal, que más que reforzar, contribuyeron al debilitamiento de las ideas iberistas en Portugal.​

A fines del siglo XIX apareció el "iberismo cultural", coincidente con el Ultimátum británico de 1890 y El desastre de 1898, que provocó un afianzamiento de una relación cultural transibérica. Desde entonces, tanto España como Portugal se condujeron de forma antagónica.​ Sus representantes eran Menéndez Pelayo y Miguel de Unamuno en España y Oliveira Martins en Portugal. Martins escribió su História da Civilização Iberica en 1879, haciéndose muy popular en España. Pero estas acciones limitaban el iberismo a la órbita de la cultura, negando otra manifestaciones de iberismo. Unamuno articuló una idea de iberismo entendida como la unión espiritual de los pueblos de la península y de ultramar.​ Otro destacado iberista fue el poeta Joan Maragall, amigo de Unamuno​ y autor del Himn Iberic (1906).