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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: Fuentes...

Fuentes

Se conoce a Pablo de Tarso principalmente por dos tipos de documentación,​​ que se pueden clasificar según su nivel de importancia:

● Sus cartas auténticas. Probablemente escritas todas en la década del año 50, son las siguientes (en un posible orden cronológico): Primera epístola a los tesalonicenses, Primera epístola a los corintios, Epístola a los gálatas, Epístola a Filemón, Epístola a los filipenses, Segunda epístola a los corintios y Epístola a los romanos. Se consideran la fuente más útil e interesante, por la sencilla razón de que provienen de él y, en consecuencia, son el más fiel reflejo de su personalidad humana, literaria y teológica.

● Los Hechos de los Apóstoles. Particularmente a partir del capítulo 13 son, a los efectos prácticos, los hechos realizados por Pablo. Los Hechos transmiten un conjunto notable de informaciones sobre él, desde su «conversión» en el camino a Damasco hasta su llegada a Roma como prisionero. Tradicionalmente atribuidos a Lucas el Evangelista, su valoración historiográfica es sin embargo controvertida. No se pone en cuestión el cuadro biográfico general que muestra el libro de los Hechos, pero al confrontar de cerca este escrito con las cartas auténticas, aparecen ciertos matices o ausencias en el campo de los acontecimientos (por citar dos ejemplos, los Hechos no mencionan en absoluto las relaciones tormentosas de Pablo con la Iglesia de Corinto; las cartas auténticas de Pablo no suponen la existencia del llamado «decreto apostólico» señalado en Hechos 15, 24-29, una concesión al judaísmo sobre la prohibición de determinados alimentos). También hay discordancias teológicas (por ejemplo, los Hechos pasan por alto la postura típicamente paulina de la justificación de la fe sin las obras de la ley, bien marcada por ejemplo, en la Epístola a los romanos).​ Sin embargo, Víctor M. Fernández hace notar la existencia de ciertos pasajes de los Hechos de los Apóstoles que marcan el estilo particular de cristianismo que Pablo predicaba: el Evangelio de la gracia de Dios,​ que equivaldría al acento que Pablo ponía en la justificación por la gracia y no por las obras de la Ley.

En el caso de contraste sobre temas comunes, se suele dar la preferencia a las cartas paulinas auténticas; por otra parte, se aceptan aquellos datos del libro de los Hechos que no son discordantes con las cartas.

Existe otro tipo de obras, las llamadas «epístolas pseudoepigráficas o deuteropaulinas», que fueron escritas con el nombre de Pablo, quizá por algunos discípulos suyos después de su muerte. Incluyen la Segunda epístola a los tesalonicenses, la Epístola a los colosenses, Epístola a los efesios, y tres «cartas pastorales», la Primera y la Segunda epístola a Timoteo y la Epístola a Tito. Desde el siglo XIX, distintos autores han negado la paternidad paulina directa de estas cartas, atribuyéndolas a varias figuras de discípulos posteriores.​ Con todo, otros autores sostienen la autoría paulina de estas cartas, en particular de Colosenses, argumentando que las variaciones en el estilo y en la temática se pueden justificar por el cambio del marco histórico en que se escribieron.​ (Ver sección sobre las epístolas pseudoepigráficas).