Hemingway, Pamplona y los Sanfermines
Ernest Hemingway vio por primera vez los Sanfermines de Pamplona con solo 24 años en 1923 acompañado de su primera mujer, Hadley Richardson. Esa estancia inspiraría varias de sus novelas y sería la primera de una serie de visitas que se prolongarían durante muchos años. Su última visita se produjo en 1959. Hemingway fue un gran admirador de las ferias taurinas, no se perdía una corrida. En 1926 publicó la novela que lo convertiría en un escritor de éxito, Fiesta (The sun also rises), que contribuiría a dar a conocer los Sanfermines a todo el mundo. El que sería premio Nobel de literatura en el año 1954 relata en Fiesta diversas escenas inspiradas en lo que pudo ver en los Sanfermines. Por ejemplo, narra uno de los hechos que más le impresionó en una de sus visitas, la muerte de un mozo por asta de toro. Seguramente esta muerte ficticia estuvo inspirada en la muerte real de Esteban Domeño en 1924, el primer muerto oficial de los Sanfermines. Hemingway utiliza datos ficticios para narrar de la siguiente forma la muerte del mozo: «Más tarde supimos que el hombre muerto por el toro se llamaba Vicente Girones y que venía de cerca de Tafalla. Al día siguiente en el periódico leímos que tenía 28 años y que tenía una granja, una esposa y dos hijos. Después de casarse había seguido viniendo a las fiestas cada año». A partir de entonces los Sanfermines dejarían de ser una fiesta de carácter eminentemente local para recibir año tras año una importante cantidad de visitantes extranjeros. A partir de la publicación de su novela, un alto número de norteamericanos decidieron visitar Pamplona en San Fermín. Entre ellos, destacan David Balck (40 visitas); Matt Carney; Alice Hall; Joe Disler; Ray Morton; el dramaturgo Arthur Miller y su mujer, entre otras celebridades norteamericanas.
No obstante ser la más conocida, Fiesta no es la única novela, ni siquiera la primera, que describe los sanfermines. Existe una extensa literatura sanferminera escrita por autores de diversas nacionalidades, y en muy diversos géneros.
Ernest Hemingway vio por primera vez los Sanfermines de Pamplona con solo 24 años en 1923 acompañado de su primera mujer, Hadley Richardson. Esa estancia inspiraría varias de sus novelas y sería la primera de una serie de visitas que se prolongarían durante muchos años. Su última visita se produjo en 1959. Hemingway fue un gran admirador de las ferias taurinas, no se perdía una corrida. En 1926 publicó la novela que lo convertiría en un escritor de éxito, Fiesta (The sun also rises), que contribuiría a dar a conocer los Sanfermines a todo el mundo. El que sería premio Nobel de literatura en el año 1954 relata en Fiesta diversas escenas inspiradas en lo que pudo ver en los Sanfermines. Por ejemplo, narra uno de los hechos que más le impresionó en una de sus visitas, la muerte de un mozo por asta de toro. Seguramente esta muerte ficticia estuvo inspirada en la muerte real de Esteban Domeño en 1924, el primer muerto oficial de los Sanfermines. Hemingway utiliza datos ficticios para narrar de la siguiente forma la muerte del mozo: «Más tarde supimos que el hombre muerto por el toro se llamaba Vicente Girones y que venía de cerca de Tafalla. Al día siguiente en el periódico leímos que tenía 28 años y que tenía una granja, una esposa y dos hijos. Después de casarse había seguido viniendo a las fiestas cada año». A partir de entonces los Sanfermines dejarían de ser una fiesta de carácter eminentemente local para recibir año tras año una importante cantidad de visitantes extranjeros. A partir de la publicación de su novela, un alto número de norteamericanos decidieron visitar Pamplona en San Fermín. Entre ellos, destacan David Balck (40 visitas); Matt Carney; Alice Hall; Joe Disler; Ray Morton; el dramaturgo Arthur Miller y su mujer, entre otras celebridades norteamericanas.
No obstante ser la más conocida, Fiesta no es la única novela, ni siquiera la primera, que describe los sanfermines. Existe una extensa literatura sanferminera escrita por autores de diversas nacionalidades, y en muy diversos géneros.