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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: Salud...

Salud

La salud de los perros, igual que la humana, está relacionada con el tipo de vida que lleve —alimentación, ejercicio físico, educación—, sobre todo durante los períodos de mayor vulnerabilidad: crecimiento, gestación, amamantamiento, trabajo y vejez. Son susceptibles a diversas enfermedades, trastornos y venenos, algunos de los cuales afectan a los humanos de la misma manera y otros que son exclusivos de los perros.

Los perros y los humanos han evolucionado conjuntamente durante los últimos 12.000 años, compartiendo la exposición a las mismas condiciones ambientales y la modificación de la alimentación ancestral.​​ El ser humano pasó de una alimentación basada en la caza y la recolección a una dieta con un alto contenido en cereales. De la misma forma, el perro pasó de una alimentación carnívora a una dieta rica en cereales.​​​​​ Este cambio de la alimentación se ha producido a un ritmo muy rápido en un plazo de tiempo muy corto desde el punto de vista evolutivo. La humanidad existe desde hace unos 2,5 millones de años y los cánidos desde hace 34 millones de años, pero los cereales se introdujeron en la dieta de ambos hace unos 10.000 años, durante la revolución neolítica y el desarrollo de la agricultura.​​​​ Las evidencias históricas y arqueológicas muestran que previamente, los seres humanos en general no mostraban signos ni síntomas de enfermedades crónicas y que, coincidiendo con la inclusión de los cereales en la dieta, se produjo una serie de consecuencias negativas sobre la salud, muchas de las cuales continúan presentes en la actualidad.​​​ Entre ellas cabe destacar múltiples deficiencias nutricionales, trastornos minerales que afectan tanto a los huesos (osteopenia, osteoporosis, raquitismo) como a los dientes (hipoplasias del esmalte dental, caries dentales), y una alta incidencia de trastornos neurológicos, enfermedades psiquiátricas, obesidad, diabetes tipo 2, ateroesclerosis y otras enfermedades crónicas o degenerativas.​​​​ En qué medida ha ocurrido lo mismo en el caso de los perros y hasta qué punto el perfil de nutrientes de la dieta de sus antepasados los lobos (claramente carnívoros) es el óptimo para los perros domésticos, son objeto de estudio. Los alimentos comerciales para perros contienen sustancias que no pueden digerir o no digieren completamente, tales como tejidos animales de baja calidad (por ejemplo, huesos), fibras de origen vegetal y proteínas indigestas, que son un sustrato para la fermentación por la flora intestinal. También contienen altas cantidades de almidón procedente de los cereales y, si bien se ha demostrado que el perro doméstico ha desarrollado una mayor capacidad digestiva y de absorción del almidón, no se ha determinado el impacto sobre la salud y la esperanza de vida de esta alta cantidad constante de glucosa absorbida por el perro.​ Muchas de las enfermedades inflamatorias e inmunológicas que desarrollan los perros son provocadas por alteraciones de la flora intestinal como consecuencia de una dieta inadecuada o el uso de antibióticos, tales como enfermedades digestivas crónicas, alergias respiratorias, asma, enfermedades de la piel (especialmente dermatitis atópica) y trastornos autoinmunes.​ Una dieta rica en proteínas y libre de cereales dará los nutrientes necesarios manteniendo la dieta de sus antepasados.

Junto a los humanos, los perros domésticos tienen la mayor diversidad fenotípica y enfermedades naturales conocidas de todos los mamíferos.
Aproximadamente 400 enfermedades hereditarias similares a las de los humanos se caracterizan en los perros, incluidos trastornos complejos como cánceres, enfermedades cardiovasculares, enfermedades autoinmunes y trastornos neurológicos.​​ Entre estos últimos, destaca especialmente la enfermedad de Alzheimer. Los perros muestran muchas similitudes con el deterioro cognitivo humano, incluyendo la acumulación en el cerebro de placas amiloides. Esto los convierte en el mejor modelo animal de investigación de la enfermedad de Alzheimer.​

Como todos los mamíferos, son susceptibles a la hipertermia cuando hay niveles elevados de humedad y/o de temperatura.​

La longevidad media de un perro varía mucho en función de la raza, y oscila entre 8 y 15 años, si goza de buena salud puede vivir hasta 20 años, o incluso más; el perro más longevo que se conoce llegó a los 29 años.​ Las razas pequeñas suelen tener una esperanza de vida mayor que las grandes y las gigantes.

En ocasiones es el médico veterinario quien recomienda qué tipo de vacuna se debe aplicar, es importante que el propietario tenga en conocimiento que en cuanto a aplicaciones víricas, funciona mejor en el organismo del animal una vacuna de virus atenuado o modificado, ya que este tipo de biológicos dan un incremento paulatino de anticuerpos, logrando una protección muy eficaz sin los efectos adversos postinoculación que pueden existir con la aplicación de una vacuna a virus activo; los efectos con este tipo de vacunas pueden ir desde simple fiebre y vómito hasta un choque anafiláctico o la muerte.