Conversión al cristianismo
Fue en Milán donde se produjo la última etapa antes de la conversión de Agustín al cristianismo. Allí, empezó a asistir como catecúmeno a las celebraciones litúrgicas del obispo Ambrosio, quedando admirado de su predicación y de su corazón. Ambrosio le hizo conocer los escritos de Plotino y las epístolas de Pablo de Tarso y gracias a estas obras se convirtió al cristianismo y decidió romper definitivamente con el maniqueísmo.
Esta noticia llenó de gozo a su madre, que había viajado a Italia para estar con su hijo, y que se encargó de buscarle un matrimonio acorde con su estado social y dirigirle hacia el bautismo. En vez de optar por casarse con la mujer que Mónica le había buscado, decidió vivir en ascesis; decisión a la que llegó después de haber conocido los escritos neoplatónicos gracias al sacerdote Simpliciano y al filósofo Mario Victorino, pues los platónicos le ayudaron a resolver el problema del materialismo y el del origen del mal.
El obispo Ambrosio le ofreció la clave para interpretar el Antiguo Testamento y encontrar en la Biblia la fuente de la fe. Por último, la lectura de los textos de san Pablo ayudó a Agustín a solucionar el problema de la mediación —vinculado al de la Comunión de los Santos— y el de la Gracia divina. Según cuenta el mismo Agustín, la crisis decisiva previa a la conversión se dio estando en el jardín con su amigo Alipio, reflexionando sobre el ejemplo de Antonio, cuando oyó la voz de un niño de una casa vecina que decía:
Tolle lege
toma y lee
y, entendiéndolo como una invitación divina, cogió la Biblia, la abrió por las cartas de san Pablo y leyó el pasaje.
Nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias. Revestíos más bien del Señor Jesucristo y no os preocupéis de la carne para satisfacer sus concupiscencias.
Rom. 13, 13-14.
Al llegar al final de esta frase se desvanecieron todas las sombras de duda.
En 385, Agustín se convirtió al cristianismo.
En 386, se consagró al estudio formal y metódico de las ideas del cristianismo. Renunció a su cátedra y se retiró con su madre y unos compañeros a Casiciaco, cerca de Milán, para dedicarse por completo al estudio y a la meditación.
El 24 de abril de 387, a los treinta y tres años de edad, fue bautizado en Milán por el santo obispo Ambrosio. Ya bautizado, regresó a África, pero antes de embarcarse, su madre Mónica murió en Ostia, el puerto cerca de Roma.
Fue en Milán donde se produjo la última etapa antes de la conversión de Agustín al cristianismo. Allí, empezó a asistir como catecúmeno a las celebraciones litúrgicas del obispo Ambrosio, quedando admirado de su predicación y de su corazón. Ambrosio le hizo conocer los escritos de Plotino y las epístolas de Pablo de Tarso y gracias a estas obras se convirtió al cristianismo y decidió romper definitivamente con el maniqueísmo.
Esta noticia llenó de gozo a su madre, que había viajado a Italia para estar con su hijo, y que se encargó de buscarle un matrimonio acorde con su estado social y dirigirle hacia el bautismo. En vez de optar por casarse con la mujer que Mónica le había buscado, decidió vivir en ascesis; decisión a la que llegó después de haber conocido los escritos neoplatónicos gracias al sacerdote Simpliciano y al filósofo Mario Victorino, pues los platónicos le ayudaron a resolver el problema del materialismo y el del origen del mal.
El obispo Ambrosio le ofreció la clave para interpretar el Antiguo Testamento y encontrar en la Biblia la fuente de la fe. Por último, la lectura de los textos de san Pablo ayudó a Agustín a solucionar el problema de la mediación —vinculado al de la Comunión de los Santos— y el de la Gracia divina. Según cuenta el mismo Agustín, la crisis decisiva previa a la conversión se dio estando en el jardín con su amigo Alipio, reflexionando sobre el ejemplo de Antonio, cuando oyó la voz de un niño de una casa vecina que decía:
Tolle lege
toma y lee
y, entendiéndolo como una invitación divina, cogió la Biblia, la abrió por las cartas de san Pablo y leyó el pasaje.
Nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias. Revestíos más bien del Señor Jesucristo y no os preocupéis de la carne para satisfacer sus concupiscencias.
Rom. 13, 13-14.
Al llegar al final de esta frase se desvanecieron todas las sombras de duda.
En 385, Agustín se convirtió al cristianismo.
En 386, se consagró al estudio formal y metódico de las ideas del cristianismo. Renunció a su cátedra y se retiró con su madre y unos compañeros a Casiciaco, cerca de Milán, para dedicarse por completo al estudio y a la meditación.
El 24 de abril de 387, a los treinta y tres años de edad, fue bautizado en Milán por el santo obispo Ambrosio. Ya bautizado, regresó a África, pero antes de embarcarse, su madre Mónica murió en Ostia, el puerto cerca de Roma.