ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: .../...

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Claudia Maria Tapia Helfer

El Concilio Vaticano II nos enseña que: “La Bienaventurada Virgen, predestinada desde toda la eternidad como Madre Dios junto con la encarnación del Verbo por designio de la divina Providencia, fue en la tierra la esclarecida Madre del divino Redentor y en forma singular la generosa colaboradora (socia) entre todas las criaturas y la humilde esclava del Señor. Concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo en el templo al Padre, padeciendo (compatiens) con su Hijo mientras El moría en la cruz, cooperó en forma del todo singular, por la obediencia, la fe, la esperanza y la encendida caridad, en la restauración de la vida sobrenatural de las almas. Por tal motivo es nuestra madre en el orden de la gracia”[8].

La maternidad divina de María está íntimamente relacionada con la decisión de la Encarnación del Verbo. La maternidad de María es auténticamente humana pues se da en un plano biológico pero que abarca muchos más aspectos, esto se nota claramente a lo largo de su vida en una participación silenciosa pero activa como colaboradora del Redentor.[9]

La Santísima Virgen María y Jesús están unidos de manera indisoluble desde el plan divino de Dios. Juan Pablo II explica: “En el misterio de Cristo, María está presente ya 'antes de la creación del mundo' como aquella que el Padre 'ha elegido' como Madre de su Hijo en la Encarnación, y junto con el Padre la ha elegido el Hijo, confiándola eternamente al Espíritu de santidad. María está unida a Cristo de un modo totalmente especial y excepcional, e igualmente es amada en este 'Amado' eternamente, en este Hijo consustancial al Padre, en el que se concentra toda 'la gloria de la gracia'”[10].

Nos explica Santo Tomas que “La predestinación en sentido propio es la pre ordinación divina y eterna de las cosas que, por la gracia de Dios, han de ser hechas en el tiempo”, es decir ordenar o disponer algo con el propósito de que sea hecho en tiempo futuro. Entonces puede entenderse como la preordinación divina de las cosas, que han de hacerse mediante la gracia.

“La predestinación se dirige, por su propia naturaleza, a la unión sobrenatural del alma con Dios”[11], por tanto se entiende que todos los hombres estamos “predestinados a la bienaventuranza o vida eterna que por la gracia y los méritos ha de alcanzarse en Cristo”, por lo tanto según lo propone Santo Tomás, así como la Encarnación es la “predestinación de Cristo a ser hijo natural de Dios”[12] la maternidad divina es “raíz y fundamento de las demás gracias que a la Santísima Virgen le fueron dadas”[13].

[1] El título no está declarado dogmáticamente, pero hablamos en el sentido de colaboración reconocido claramente en la Lumen gentium, sin entrar en la discusión sobre la aceptación del título por algunos teólogos.
[2] Cf. NICOLAS, M. J., Theotokos. El misterio de María. Barcelona: Herder, 1967, pág. 133.
[3] Doctrina Pontificia IV. Documentos marianos. Madrid: BAC, 1954, pág. 171.
[4] “ (..) ab initio et ante saecula Unigenito Filio suo Matrem, ex qua caro factus in beata temporum plenitudine nasceretur, elegit atque ordinavit, tantoque prae creaturis universis est prosecutus amore, ut in illa una sibi propensissima voluntate complacuerit.”
[5] NICOLAS, M. J., Op. cit., pág. 143.
[6] Doctrina Pontificia. Documentos Marianos., pág. 185.
[7] “Testati sunt carnem Virginis ex Adam sumptam maculas Adae non admisisse, ac proterea beatissimam Virginem tabernaculum ese ab ipso Deo creatum, Spiritu Sancto formatum, et purpurae revera operae, quod novus ille Beseleel auro intextum variunque effinxit, cademque ese meritoque celebrari ut illam, quae proprium Dei opus primum exstiterit, ignitis maligni telis latuerit, et pulcra natura, ac labis prorsus omnis nescia, tamquam aurora undequaque rutilans in mundum prodiverit in sua Conceptione Immaculata.”
[8] CONCILIO. Vaticano II, Constitución Lumen Gentium, n 61.
[9] Cf. BASTERO DE ELEIZALDE, Juan Luis. María Madre del Redentor. EUNSA, Universidad de Navarra, 2009.
[10] Juan Pablo II, Enc. Redemptoris Mater, n. 8.
[11] ALASTRUEY, Gregorio. Tratado de la Virgen Santísima. Valladolid: BAC, 1947, Pg. 52
[12] 3, q. 24, a. I-2
[13] ALASTRUEY, Gregorio. Tratado de la Virgen Santísima. Valladolid: BAC, 1947, Pg. 52
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