Fundación del Convento de San José en Ávila y de la Orden de las Carmelitas Descalzas
En septiembre de 1560, cuando Teresa se encontraba con varias monjas, decidieron fundar un nuevo convento reformado, que observase las reglas originales de la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo. Estas fueron redactadas por san Alberto de Jerusalén en 1226 y aprobadas por Honorio III y fueron mitigadas en 1247 por Inocencio IV y en 1432 por Eugenio IV. Teresa decidió reformar la orden para volver a la austeridad, la pobreza y la clausura que consideraba el auténtico espíritu carmelita.
La sobrina de Teresa, María de Ocampo, podía aportar mil ducados. Guiomar de Ulloa también estaba dispuesta a contribuir económicamente. Teresa pidió consejo al reformador franciscano Pedro de Alcántara, al jesuita Francisco de Borja y al dominico Luis Beltrán. Todos le animaron a la fundación. En octubre, Teresa y Guiomar consultaron con el dominico Pedro Ibáñez Díaz que, tras ocho días de estudio y oración, dio su aprobación.
En 1560 Teresa fue a ver a su confesor, Baltasar Álvarez, que le dijo que para ello debía dirigirse al provincial de los carmelitas, Ángel de Salazar, que dio su aprobación. Los que estaban en contra de la fundación le dijeron al provincial que el convento no contaría con suficientes recursos económicos y, cuando Teresa y Guiomar iban a comprar una casa para ello, les dijo que el convento no contaría con suficientes ingresos y Baltasar Álvarez le recomendó a Teresa que dejara el asunto. En diciembre, Guiomar de Ulloa sufriría cierto ostracismo por el proyecto y le costaría encontrar a un sacerdote que se dignase a confesarla.
En abril de 1561 Teresa consultó con el nuevo director del colegio de los jesuitas, Gaspar de Salazar, que le animó a seguir con sus gestiones para ello de forma discreta. Guiomar solicitó autorización para la fundación al papa. Contaban con el apoyo de Francisco de Borja, que había sido llamado por el papa Pío IV a Roma. Teresa recibió el breve pontificio en agosto. No obstante, este le autorizaba a fundar un nuevo convento dentro de la provincia carmelita, pero sin el apoyo del provincial era precisa una nueva autorización.
La hermana de Teresa, Juana de Ahumada, y su esposo, Juan de Ovalle, que vivían en Alba de Tormes, compraron una casa en Ávila y se instalaron en ella con sus hijos, con el propósito de que en el futuro sirviera de sede para la fundación.
Teresa contó con la dote de su sobrina, Isabel de la Peña, que fueron 200 ducados, y con la dote de otra sobrina, probablemente Leonor de Cepeda. Guiomar de Ulloa entregó todo lo que tenía, más 30 ducados que le mandó su madre. A finales de 1561 su hermano Lorenzo le envió 200 ducados desde Perú. En 1561 Teresa pasó una temporada en la casa de Guiomar de Ulloa.
En la Navidad de 1561 el provincial le ordenó a Teresa que viajase a Toledo a hacerle compañía a una aristócrata llamada Luisa de la Cerda, que acababa de quedarse viuda. Teresa pasó con ella seis meses y se hicieron amigas. Durante su estancia en esta ciudad, su confesor fue el dominico García de Toledo.
María Jesús de Yepes fue novicia carmelita en Granada. Decidió fundar un convento carmelita basado en la pobreza absoluta, como en la regla original, y, tras vender todos sus bienes, tomó el dinero y fue a Roma con otras mujeres religiosas a exponer su proyecto al papa. Este le remitió a su penitenciario, el cardenal Rainuncio, que le otorgó la licencia. La princesa Juana de Austria le aconsejó hablar con el jesuita Gaspar de Salazar, que entonces se encontraba en Granada, y este, a su vez, le recomendó que hablase con Teresa en Toledo. Llegó a finales de marzo y pasó una temporada con Luisa y Teresa.
Cuando Teresa regresó a Ávila, en julio, ya tenía el Breve Pontificio para su fundación, fechado el 7 de febrero de 1562. Este les autorizaba a fundar un convento que dependiera del obispo de Ávila. Álvaro de Mendoza estuvo en Ávila como obispo desde julio de 1561. Pedro de Alcántara fue a su casa de campo de El Tiemblo y le recomendó que hablase con Teresa. El obispo fue al Convento de la Encarnación a hablar con Teresa y quedó impresionado con ella. Contribuyó económicamente al nuevo convento y lo visitó con frecuencia.
En 1562 conoció al dominico Domingo de Báñez, catedrático de Teología en la Universidad de Salamanca, que fue su confesor hasta 1568 y que le asesoró en diversos asuntos durante toda su vida.
El Convento de San José se abrió el 24 de agosto de 1562. El sacerdote Gaspar Dávila dio la primera misa y recibió a las cuatro primeras novicias en nombre del obispo.
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En septiembre de 1560, cuando Teresa se encontraba con varias monjas, decidieron fundar un nuevo convento reformado, que observase las reglas originales de la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo. Estas fueron redactadas por san Alberto de Jerusalén en 1226 y aprobadas por Honorio III y fueron mitigadas en 1247 por Inocencio IV y en 1432 por Eugenio IV. Teresa decidió reformar la orden para volver a la austeridad, la pobreza y la clausura que consideraba el auténtico espíritu carmelita.
La sobrina de Teresa, María de Ocampo, podía aportar mil ducados. Guiomar de Ulloa también estaba dispuesta a contribuir económicamente. Teresa pidió consejo al reformador franciscano Pedro de Alcántara, al jesuita Francisco de Borja y al dominico Luis Beltrán. Todos le animaron a la fundación. En octubre, Teresa y Guiomar consultaron con el dominico Pedro Ibáñez Díaz que, tras ocho días de estudio y oración, dio su aprobación.
En 1560 Teresa fue a ver a su confesor, Baltasar Álvarez, que le dijo que para ello debía dirigirse al provincial de los carmelitas, Ángel de Salazar, que dio su aprobación. Los que estaban en contra de la fundación le dijeron al provincial que el convento no contaría con suficientes recursos económicos y, cuando Teresa y Guiomar iban a comprar una casa para ello, les dijo que el convento no contaría con suficientes ingresos y Baltasar Álvarez le recomendó a Teresa que dejara el asunto. En diciembre, Guiomar de Ulloa sufriría cierto ostracismo por el proyecto y le costaría encontrar a un sacerdote que se dignase a confesarla.
En abril de 1561 Teresa consultó con el nuevo director del colegio de los jesuitas, Gaspar de Salazar, que le animó a seguir con sus gestiones para ello de forma discreta. Guiomar solicitó autorización para la fundación al papa. Contaban con el apoyo de Francisco de Borja, que había sido llamado por el papa Pío IV a Roma. Teresa recibió el breve pontificio en agosto. No obstante, este le autorizaba a fundar un nuevo convento dentro de la provincia carmelita, pero sin el apoyo del provincial era precisa una nueva autorización.
La hermana de Teresa, Juana de Ahumada, y su esposo, Juan de Ovalle, que vivían en Alba de Tormes, compraron una casa en Ávila y se instalaron en ella con sus hijos, con el propósito de que en el futuro sirviera de sede para la fundación.
Teresa contó con la dote de su sobrina, Isabel de la Peña, que fueron 200 ducados, y con la dote de otra sobrina, probablemente Leonor de Cepeda. Guiomar de Ulloa entregó todo lo que tenía, más 30 ducados que le mandó su madre. A finales de 1561 su hermano Lorenzo le envió 200 ducados desde Perú. En 1561 Teresa pasó una temporada en la casa de Guiomar de Ulloa.
En la Navidad de 1561 el provincial le ordenó a Teresa que viajase a Toledo a hacerle compañía a una aristócrata llamada Luisa de la Cerda, que acababa de quedarse viuda. Teresa pasó con ella seis meses y se hicieron amigas. Durante su estancia en esta ciudad, su confesor fue el dominico García de Toledo.
María Jesús de Yepes fue novicia carmelita en Granada. Decidió fundar un convento carmelita basado en la pobreza absoluta, como en la regla original, y, tras vender todos sus bienes, tomó el dinero y fue a Roma con otras mujeres religiosas a exponer su proyecto al papa. Este le remitió a su penitenciario, el cardenal Rainuncio, que le otorgó la licencia. La princesa Juana de Austria le aconsejó hablar con el jesuita Gaspar de Salazar, que entonces se encontraba en Granada, y este, a su vez, le recomendó que hablase con Teresa en Toledo. Llegó a finales de marzo y pasó una temporada con Luisa y Teresa.
Cuando Teresa regresó a Ávila, en julio, ya tenía el Breve Pontificio para su fundación, fechado el 7 de febrero de 1562. Este les autorizaba a fundar un convento que dependiera del obispo de Ávila. Álvaro de Mendoza estuvo en Ávila como obispo desde julio de 1561. Pedro de Alcántara fue a su casa de campo de El Tiemblo y le recomendó que hablase con Teresa. El obispo fue al Convento de la Encarnación a hablar con Teresa y quedó impresionado con ella. Contribuyó económicamente al nuevo convento y lo visitó con frecuencia.
En 1562 conoció al dominico Domingo de Báñez, catedrático de Teología en la Universidad de Salamanca, que fue su confesor hasta 1568 y que le asesoró en diversos asuntos durante toda su vida.
El Convento de San José se abrió el 24 de agosto de 1562. El sacerdote Gaspar Dávila dio la primera misa y recibió a las cuatro primeras novicias en nombre del obispo.
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