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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: Reconstrucción...

Reconstrucción

Durante el pontificado del papa Pío VII, en la noche del 15 al 16 de julio de 1823, un incendio destruyó la mayor parte del edificio, dejando incólume el claustro. El fuego se inició por la negligencia de un trabajador que estaba reparando el plomo del tejado. De este modo quedó prácticamente destruida la basílica, la única entre todas las iglesias de Roma que había conservado su primitivo carácter durante 1435 años.

Quedaron en pie pocas estructuras. Debieron reconstruirse gran parte de los muros. En aquella época el debate sobre las varias teorías de restauración estaba muy avanzado, a pesar de lo cual los arquitectos encargados de las labores prefirieron reconstruir una basílica completamente nueva, de tal manera que los visitantes difícilmente pueden reconocer en la construcción actual el diseño de una basílica de finales del siglo IV.

El papa León XII se ocupó de la reconstrucción del edificio. Se eligió guardar el plan paleocristiano y construir un nuevo edificio. La Santa Sede eligió el proyecto de Giuseppe Valadier, pero la comisión para la reconstrucción confió los trabajos a Pasquale Belli. A su muerte, siguió los trabajos Luigi Poletti.

Donaciones de todo el planeta contribuyeron a la restauración. El Virrey de Egipto envió pilares de alabastro, el Emperador de Rusia la malaquita y lapislázuli del tabernáculo. La obra en la fachada principal, que mira al Tíber, fue acabada por el gobierno italiano, que declaró la iglesia un monumento nacional.

El resultado final, aunque guardando la tipología de basílica paleocristiana, dista mucho del edificio de Teodosio.

Se taparon las ventanas de la nave central para añadir escenas de la vida de san Pablo en dos series de mosaicos. Se suprimieron todas las irregularidades (columnas torcidas, decorados bajo los arcos...). Se sustituyó el pavimento de mármol liso por otro geométrico.

El mosaico de la fachada, del siglo XI, fue sustituido por uno nuevo, alejado de los cánones estéticos paleocristianos. Restos del primer mosaico son visibles detrás del arco de triunfo.

La construcción mide de largo 131,66 metros, 65 de ancho y 29,70 de alto. Es, en tamaño, la segunda de las cuatro basílicas patriarcales de Roma.

En su interior, alrededor de la nave central y el transepto hay tondos que contienen las efigies de todos los pontífices, desde San Pedro al papa Francisco, la última en ser colocada, en enero de 2014.

Anexa a la basílica está la abadía.

Desde la década de 1950, se puede acceder a través del sistema de metro de Roma, por la estación homónima.