LOS SÍMBOLOS DE LA NAVIDAD
RIFAS Y LOTERÍAS
Ya para los romanos, uno de los alicientes de las fiestas de fin de año eran las loterías. Su afición al juego tenía su gran momento en las rifas que organizaban con ocasión de estas fiestas. En general las rifas iban asociadas a las fiestas. Hay también referencias de que fueron aficionados a ellas los egipcios y los judíos.
El espíritu cristiano de la Navidad supo canalizar esta afición hacia la solidaridad con los que menos tienen, cuya penuria es más dolorosa en estas fechas. Fue así como nació la costumbre de celebrar toda clase de rifas y sorteos precisamente por Navidad, cuando la gente está más mentalizada.
Todas las instituciones que tenían pobres a su cargo, rifaban objetos o dinero para allegar fondos. Por lo general aquello que se rifaba era donación de nobles o adinerados. De este modo se multiplicaba el valor de la donación del rico a beneficio de los pobres, gracias a la contribución de muchísimos pobres atraídos por la pasión de tentar a la fortuna. En los mejores tiempos llegaron a rifarse casas y fincas enteras.
Un calco casi milimétrico de esa santa costumbre lo tenemos en las maratones que se organizan en las cadenas de televisión con el fin de ayudar a las Organizaciones No Gubernamentales (ONG), la nueva cara de la beneficencia. Son un programa navideño casi obligado: gentes del espectáculo, de la canción, del deporte, de la política y de la propia televisión donan objetos de valor simbólico y económico para ser subastados, y animan el programa con su presencia; el público asistente y los seguidores del programa pujan por esos objetos, que son adjudicados al mejor postor.
Lo llaman Maratón porque al igual que esta prueba olímpica, se trata de un programa de muy larga duración. Las cadenas compiten entre ellas por ver quién consigue reunir más dinero. Esto viene ya de los tiempos de la radio, en que se organizaban por Navidad campañas semejantes.
Hoy las emisoras de radio se han quedado con un segmento muy humano de la beneficencia navideña: la recogida de juguetes para los niños que están en hospitales e instituciones, y de otros obsequios para los adultos, en especial ancianos, acogidos a los centros públicos.
También hoy las instituciones benéficas y las parroquias organizan rifas y loterías justo en las Navidades, para atender a los más necesitados: no sólo los más próximos (que en los países muy desarrollados tienen cubiertas institucionalmente sus necesidades más primarias), sino también los del llamado tercer mundo. Es el tiempo de la solidaridad. Y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, los niños de los colegios rifan toda clase de cosas, desde cestas de Navidad hasta viajes, motos, equipos de música, etc. para costearse el viaje de fin de curso.
El caso es que las loterías y rifas de todas clases, incluso en los países poco dados a estas prácticas, son bien vistas y generosamente aceptadas cuando de beneficencia se trata. No sólo eso, sino que en Europa, y particularmente en España, esta piadosa intención fue el pretexto de partida para instaurar las loterías nacionales, gestionadas por los respectivos ministerios de hacienda.
El caso es que acabaron convirtiéndola en una especie de impuesto voluntario que dejó de ser finalista como en sus inicios. Basta recordar a esos efectos que a la Lotería Nacional de España la llamaban en los primeros tiempos de su fundación, la Beneficiata, porque la beneficencia era su razón de ser; y que el nombre oficial completo de las quinielas de fútbol, que mueven muchísimos millones, es el de Apuestas Mutuas Deportivo Benéficas.
Pero tanto la Lotería Nacional como las quinielas se han olvidado de sus intenciones benéficas. Sólo queda en España cumpliendo esa función la O. N. C. E. ("los ciegos") y las rifas navideñas.
VISITA EL ESPECIAL NAVIDAD https://www. elalmanaque. com/navidad/index. htm
Mariano Arnal Buscador temático del Almanaque
RIFAS Y LOTERÍAS
Ya para los romanos, uno de los alicientes de las fiestas de fin de año eran las loterías. Su afición al juego tenía su gran momento en las rifas que organizaban con ocasión de estas fiestas. En general las rifas iban asociadas a las fiestas. Hay también referencias de que fueron aficionados a ellas los egipcios y los judíos.
El espíritu cristiano de la Navidad supo canalizar esta afición hacia la solidaridad con los que menos tienen, cuya penuria es más dolorosa en estas fechas. Fue así como nació la costumbre de celebrar toda clase de rifas y sorteos precisamente por Navidad, cuando la gente está más mentalizada.
Todas las instituciones que tenían pobres a su cargo, rifaban objetos o dinero para allegar fondos. Por lo general aquello que se rifaba era donación de nobles o adinerados. De este modo se multiplicaba el valor de la donación del rico a beneficio de los pobres, gracias a la contribución de muchísimos pobres atraídos por la pasión de tentar a la fortuna. En los mejores tiempos llegaron a rifarse casas y fincas enteras.
Un calco casi milimétrico de esa santa costumbre lo tenemos en las maratones que se organizan en las cadenas de televisión con el fin de ayudar a las Organizaciones No Gubernamentales (ONG), la nueva cara de la beneficencia. Son un programa navideño casi obligado: gentes del espectáculo, de la canción, del deporte, de la política y de la propia televisión donan objetos de valor simbólico y económico para ser subastados, y animan el programa con su presencia; el público asistente y los seguidores del programa pujan por esos objetos, que son adjudicados al mejor postor.
Lo llaman Maratón porque al igual que esta prueba olímpica, se trata de un programa de muy larga duración. Las cadenas compiten entre ellas por ver quién consigue reunir más dinero. Esto viene ya de los tiempos de la radio, en que se organizaban por Navidad campañas semejantes.
Hoy las emisoras de radio se han quedado con un segmento muy humano de la beneficencia navideña: la recogida de juguetes para los niños que están en hospitales e instituciones, y de otros obsequios para los adultos, en especial ancianos, acogidos a los centros públicos.
También hoy las instituciones benéficas y las parroquias organizan rifas y loterías justo en las Navidades, para atender a los más necesitados: no sólo los más próximos (que en los países muy desarrollados tienen cubiertas institucionalmente sus necesidades más primarias), sino también los del llamado tercer mundo. Es el tiempo de la solidaridad. Y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, los niños de los colegios rifan toda clase de cosas, desde cestas de Navidad hasta viajes, motos, equipos de música, etc. para costearse el viaje de fin de curso.
El caso es que las loterías y rifas de todas clases, incluso en los países poco dados a estas prácticas, son bien vistas y generosamente aceptadas cuando de beneficencia se trata. No sólo eso, sino que en Europa, y particularmente en España, esta piadosa intención fue el pretexto de partida para instaurar las loterías nacionales, gestionadas por los respectivos ministerios de hacienda.
El caso es que acabaron convirtiéndola en una especie de impuesto voluntario que dejó de ser finalista como en sus inicios. Basta recordar a esos efectos que a la Lotería Nacional de España la llamaban en los primeros tiempos de su fundación, la Beneficiata, porque la beneficencia era su razón de ser; y que el nombre oficial completo de las quinielas de fútbol, que mueven muchísimos millones, es el de Apuestas Mutuas Deportivo Benéficas.
Pero tanto la Lotería Nacional como las quinielas se han olvidado de sus intenciones benéficas. Sólo queda en España cumpliendo esa función la O. N. C. E. ("los ciegos") y las rifas navideñas.
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