Becket deja Inglaterra
Becket negó el derecho de la asamblea para juzgarlo y recurrió al papa; pero, dándose cuenta del peligro que corría, se exilió voluntariamente el 2 de noviembre, refugiándose en Francia. Se dirigió a Sens donde se encontró con el papa Alejandro III, quien recibió asimismo a unos enviados del rey que solicitaban, en su nombre, que tomase medidas contra Becket y enviase un legado a Inglaterra con autoridad plenaria para resolver el problema. Alejandro III se negó a tales pretensiones y prestó su apoyo a Becket.
Enrique persiguió al arzobispo fugitivo, dictando una serie de decretos contra Becket aplicables a todos sus amigos y partidarios; pero Luis VII de Francia lo acogió y le ofreció su protección. Becket permaneció dos años en la abadía cisterciense de Pontigny, hasta que las amenazas de Enrique lo obligaron a regresar a Sens.
Becket, en plena posesión de sus prerrogativas, quería que su posición fuera mantenida por medio de la excomunión y la prohibición, pero aunque Alejandro III simpatizaba con las ideas de Becket, prefería contemporizar y atemperar para lograr sus propósitos. Las diferencias entre el papa y el arzobispo se hicieron patentes y empeoraron cuando, en 1167, unos legados fueron enviados a Inglaterra con autoridad para arbitrar en la cuestión. Obviando esta limitación sobre su jurisdicción y persistiendo en sus principios, Becket pactó con los legados y se sometió a las condiciones del rey a cambio de que este respetase los derechos de su orden.
Su firmeza pareció recompensada cuando, en 1170, el papa estuvo a punto de cumplir sus amenazas de excomulgar al rey. Enrique, inquieto ante esta eventualidad, trató de llegar a un acuerdo que permitiese el regreso de Tomás a Inglaterra y dejarlo continuar con su ministerio.
Ambas partes siguieron irreconciliables y Enrique, apoyado por sus partidarios, se negó a devolver las propiedades eclesiásticas que había invadido. Tomás preparó la sanción contra todos aquellos que habían privado a la Iglesia de sus bienes y contra los obispos que la habían secundado. Tomás ya había sido enviado a Inglaterra para su promulgación, desembarcó en Sandwich el 3 de diciembre de 1170 y, dos días después, entró en Canterbury.
Becket negó el derecho de la asamblea para juzgarlo y recurrió al papa; pero, dándose cuenta del peligro que corría, se exilió voluntariamente el 2 de noviembre, refugiándose en Francia. Se dirigió a Sens donde se encontró con el papa Alejandro III, quien recibió asimismo a unos enviados del rey que solicitaban, en su nombre, que tomase medidas contra Becket y enviase un legado a Inglaterra con autoridad plenaria para resolver el problema. Alejandro III se negó a tales pretensiones y prestó su apoyo a Becket.
Enrique persiguió al arzobispo fugitivo, dictando una serie de decretos contra Becket aplicables a todos sus amigos y partidarios; pero Luis VII de Francia lo acogió y le ofreció su protección. Becket permaneció dos años en la abadía cisterciense de Pontigny, hasta que las amenazas de Enrique lo obligaron a regresar a Sens.
Becket, en plena posesión de sus prerrogativas, quería que su posición fuera mantenida por medio de la excomunión y la prohibición, pero aunque Alejandro III simpatizaba con las ideas de Becket, prefería contemporizar y atemperar para lograr sus propósitos. Las diferencias entre el papa y el arzobispo se hicieron patentes y empeoraron cuando, en 1167, unos legados fueron enviados a Inglaterra con autoridad para arbitrar en la cuestión. Obviando esta limitación sobre su jurisdicción y persistiendo en sus principios, Becket pactó con los legados y se sometió a las condiciones del rey a cambio de que este respetase los derechos de su orden.
Su firmeza pareció recompensada cuando, en 1170, el papa estuvo a punto de cumplir sus amenazas de excomulgar al rey. Enrique, inquieto ante esta eventualidad, trató de llegar a un acuerdo que permitiese el regreso de Tomás a Inglaterra y dejarlo continuar con su ministerio.
Ambas partes siguieron irreconciliables y Enrique, apoyado por sus partidarios, se negó a devolver las propiedades eclesiásticas que había invadido. Tomás preparó la sanción contra todos aquellos que habían privado a la Iglesia de sus bienes y contra los obispos que la habían secundado. Tomás ya había sido enviado a Inglaterra para su promulgación, desembarcó en Sandwich el 3 de diciembre de 1170 y, dos días después, entró en Canterbury.