ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: Hagiografía...

Hagiografía

Primeros años

Raimundo nació en Peñafort, en el condado de Barcelona, en la Corona de Aragón, en 1175. Era de noble linaje, pues era hijo del señor del castillo de Peñafort, Pere Ramón, y de su esposa, Sara o Surina.

Los primeros datos que figuran de él son de 1204, año en el que empezó a ejercer de clérigo y escriba de la Catedral de Barcelona. Con la finalidad de ampliar sus conocimientos, viajó hasta la Universidad de Bolonia, donde se licenció en cánones y trabajó como profesor entre 1217 y 1222. Recién llegado a Barcelona, fue nombrado canónigo en Barcelona y pavorde (1223), si bien renunció a tales distinciones e ingresó en la Orden de Predicadores, congregación que había conocido en Bolonia. De 1223 a 1228, año en el que acompañó al legado papal Jean d'Abbeville en su recorrido por los reinos hispánicos para implantar la reforma y decisiones del Concilio de Letrán IV, no hay referencias documentales sobre su vida, por lo que se cree que se dedicó al estudio y en la redacción de tratados, como la Summa de casibus poenitentiae o las glosas al Decreto de Graciano. Con Jean d'Abbeville viajó hasta Roma, en donde alcanzó el rango de capellán y penitenciario (1232) del papa Gregorio IX,​ quien le encargó la elaboración de las Decretales.

La historiografía mercedaria lo presenta como uno de los cofundadores de la Orden en especial por su papel de legislador, dado que, se dice, entregó a los mercedarios la Regla de san Agustín y las Constituciones de la Orden de Predicadores como base para la nueva institución. Gregorio IX le ofreció el arzobispado de Tarragona, pero cansado y enfermo, lo rechazó junto a los otros honores papales, retirándose al Convento de Santa Catalina, en Barcelona (1236).

Poco tiempo después reinició su actividad, donde destacan, entre otras: su colaboración en las Cortes de Monzón de 1236; la intercesión en favor de Jaime I en la causa de excomunión, consiguiendo que se levantara (1237); favoreciendo la dimisión del obispo de Tortosa y en los nombramientos de los obispos de Huesca y Mallorca (reconquistada recientemente); y, finalmente, en la realización de actividades puramente jurídicas, tales como ejercer de juez o de asesor, principalmente en procesos de herejía y nulidades matrimoniales. En 1238, el capítulo general de su orden le confió la revisión del texto de sus Constituciones y en 1239 fue elegido como el tercer general de la orden de los dominicos, en capítulo general de la orden en París. En ejercicio de su cargo, se encargó de visitar los principales conventos así como la obtención de bulas papales para el desarrollo de la Orden y la integración de la rama femenina dentro de los dominicos.

En 1240 dimitió tras un breve, pero intenso período de gobierno, regresando al Convento de Santa Catalina de Barcelona, donde vivió treinta y cinco años durante los que actuó como inquisidor del Reino y asesor jurídico y en los que se encargó del oficio de confesor y consejero del rey Jaime I. Su intervención en todos los asuntos religiosos relevantes de la Corona queda patente en el hecho que cuatro diócesis (Barcelona, Vich, Lérida y Gerona) fueron dirigidas por dominicos. Falleció el día 6 de enero de 1275 en la ciudad de Barcelona, a los 95 o 100 años.