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LÉXICO - LAS COSAS Y SUS NOMBRES - LA FRASE - EL REFRÁN - FIESTAS

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CALENDARIO EGIPCIO

Como dice el padre de la Historia, Heródoto, Egipto es un don del Nilo: un don no sólo en el aspecto económico y político, sino también en el religioso y científico.

VIAJE A EGIPTO
Del mismo modo que el Nilo condicionó su unidad política, su forma de economía, su extraordinario sentido higiénico cuya expresión última era la momificación (las crecidas del Nilo dejaban tras sí mucha podredumbre, con la que era preciso saber manejarse), su conocimiento avanzado de la geometría (las crecidas son de nuevo el motor), y con ella la aritmética, también fue el Nilo el padre del profundo conocimiento astronómico que desarrollaron los egipcios, porque éste se desbordaba cada año con precisión de cronómetro, iniciándose las crecidas siempre el mismo día, y con ellas todo un proceso inmutable de vida y muerte vegetal, animal y humana.

El gran referente celeste era la estrella Sirio, a la que los egipcios llamaban Sotis. Se trata de la estrella a de la constelación del Perro Mayor. Es la estrella más resplandeciente del cielo. Su nombre significa “brillante”, y su salida helíaca coincidía con el solsticio de verano, la gran fiesta solar, y con la crecida del Nilo.

Siendo Sirio el gran astro, cuyo resplandor prodigioso cantan Homero y Hesíodo y celebran muchos otros autores antiguos, los egipcios iniciaron su calendario cuando coincidió su orto helíaco con el día 1 del mes Thoth, el primero de los doce meses egipcios. Este fenómeno astronómico de produjo el año 2782 antes de Cristo, en el que se inició la llamada era sotíaca. El año egipcio constaba de 12 meses iguales, de 30 días, con lo que la suma del año era de 360 días, a los que se añadían al final los 5 epagómenos (complementarios). Los meses se agrupaban en tres estaciones de cuatro meses cada una. El día era de 24 horas, y se consideraba su inicio a las 12 de la noche.

Les ocurrió a los egipcios lo mismo que a los romanos antes de la reforma juliana, que la acumulación de los decimales de día habían desplazado el calendario civil muchos días con respecto al calendario astronómico. El año 238 a. de J. C. se reunieron en Cánope, en el templo de los dioses Evergetas los jefes de los sacerdotes-sabios, los llamados hierográmatas (los gramáticos o letrados sagrados) y demás jefes religiosos de Egipto para afrontar la reforma del calendario: se trataba de hacer coincidir la celebración de la aparición de Sotis en el cielo, con su aparición real. La solución fue la misma que adoptó el calendario juliano unos siglos más tarde: añadir cada cuatro años un día más a los días epagómenos (los sobrantes de la cuenta de 12 meses iguales). Los celos entre los sacerdotes de distintas regiones hicieron fracasar la reforma.

Se hizo célebre Cánope porque allí se encontró en 1866 una estela erigida por Tolomeo III Evergetes I, en griego, en jeroglífico y en demótico, conteniendo un edicto (el Decreto de Cánope) en el que de paso que se manda rendir culto a él, a su esposa y a una hija de ambos prematuramente muerta, se hace referencia a una reforma del calendario en estos términos: “Para que las estaciones se sucedan según una regla absoluta y según el orden del mundo, y para que no suceda que los ritos y fiestas que corresponde celebrar en invierno caigan en verano, a causa de la alteración de un día cada cuatro años, en la salida del astro (Sirio); y que tampoco otros ritos y fiestas celebradas en verano caigan más tarde en invierno, como ya se ha visto y acaba de suceder; de hoy en adelante, en el presente año, compuesto de 365 días más los 5 adicionales, y luego cada cuatro años se intercalará, entre los 5 días epagómenos y el nuevo año, un día consagrado a la fiesta de los dioses Evergetes.” (Evergetes son los dioses bienhechores, los que obran bien). He ahí en el decreto bien resumida la reforma del calendario egipcio tan decisiva como la de Julio César en el calendario romano, pero con siglos de adelanto. Como nota arqueológica conviene observar que gracias a este decreto pudo Champolión culminar la interpretación de los jeroglíficos.

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