Representaciones
Una de sus más famosas representaciones pertenece al pintor español Julio Romero de Torres, que en 1920 le dedicó un tríptico que hoy se conserva en el Museo Julio Romero de Torres de Córdoba (España). La joven Inés de Roma, muerta virgen en un prostíbulo de Roma, llama la atención del artista andaluz, que le dedica una de sus obras cumbre. Junto a la santa, que yace sobre una losa de mármol, dos jóvenes mujeres que la cubren con sus cuerpos curvos y sinuosos. Una es santa Emerenciana, amiga y cuidadora de santa Inés, de cuya mano sale un haz de luz que irradia sobre la santa yacente e hierática. Como muestra de respeto, Romero ciñe el cuerpo de la santa con una túnica blanca. Solo deja al descubierto sus pies, sus brazos y su cara, que muestran el rigor de la muerte.
La otra mujer, de rasgos andaluces y gitanos, es un personaje repetido en sus cuadros. Su gesto es de silencio, con el que pretende proteger a la santa muerta. En la pequeña imagen superior, ante otras jóvenes de su clase nobiliaria, el hijo del prefecto de Roma suplica su amor a Inés, que virtuosa da la espalda al joven pretendiente. En la segunda imagen, a la derecha, Inés mantiene su virtud incluso en un lupanar, donde es encerrada por orden del prefecto romano.
Una de sus más famosas representaciones pertenece al pintor español Julio Romero de Torres, que en 1920 le dedicó un tríptico que hoy se conserva en el Museo Julio Romero de Torres de Córdoba (España). La joven Inés de Roma, muerta virgen en un prostíbulo de Roma, llama la atención del artista andaluz, que le dedica una de sus obras cumbre. Junto a la santa, que yace sobre una losa de mármol, dos jóvenes mujeres que la cubren con sus cuerpos curvos y sinuosos. Una es santa Emerenciana, amiga y cuidadora de santa Inés, de cuya mano sale un haz de luz que irradia sobre la santa yacente e hierática. Como muestra de respeto, Romero ciñe el cuerpo de la santa con una túnica blanca. Solo deja al descubierto sus pies, sus brazos y su cara, que muestran el rigor de la muerte.
La otra mujer, de rasgos andaluces y gitanos, es un personaje repetido en sus cuadros. Su gesto es de silencio, con el que pretende proteger a la santa muerta. En la pequeña imagen superior, ante otras jóvenes de su clase nobiliaria, el hijo del prefecto de Roma suplica su amor a Inés, que virtuosa da la espalda al joven pretendiente. En la segunda imagen, a la derecha, Inés mantiene su virtud incluso en un lupanar, donde es encerrada por orden del prefecto romano.