Milagro del encuentro con la Virgen
La noche del 18 de diciembre de 665 San Ildefonso junto con sus clérigos y algunos otros fueron a la iglesia para cantar himnos en honor a la Virgen María. Encontraron la capilla brillando con una luz tan deslumbrante que sintieron temor. Todos huyeron excepto Ildefonso y sus dos diáconos. Estos entraron y se acercaron al altar. Ante ellos se encontraba la Virgen María sentada en la silla del obispo, rodeada por una compañía de vírgenes que entonaban cantos celestiales. María hizo una seña con la cabeza para que se acercara. Ildefonso obedeció, la Virgen fijó sus ojos sobre él y dijo:
"Tú eres mi capellán y fiel notario. Recibe esta casulla la cual mi Hijo te envía de su tesorería."
Habiendo dicho esto, la Virgen misma lo invistió, y le dio instrucciones de usarla solamente en los días festivos designados en su honor.
Esta aparición y la casulla resultarán en que un concilio de Toledo ordenó un día de fiesta especial para perpetuar su memoria. El suceso aparece documentado hasta un siglo después en el Acta Sanctorum (1658) como El Descendimiento de la Santísima Virgen y de su Aparición. El siglo VI fue importante para el origen del culto mariano. En el décimo concilio de Toledo, en 656, tiene su origen la primera fiesta a la Virgen en Hispania. Ildefonso escribió un tratado sobre “La virginidad perpetua de Santa María”. Cuando el papa Juan VII, que regentó la Iglesia de 705 a 707, el culto mariano se tornó popular entre los católicos. La importancia que adquiere este hecho sucedido en plena Hispania Gothorum ha sido muy grande para Toledo y su catedral. Los árabes, durante la dominación musulmana, al convertirse la basílica cristiana en mezquita, respetaron escrupulosamente este lugar y la piedra allí situada porque se trataba de un espacio sagrado relacionado con la Virgen María a quien se venera en el Corán. En la catedral los peregrinos pueden aún venerar la piedra en que la Virgen Santísima puso sus pies cuando se le apareció a San Ildefonso.
La noche del 18 de diciembre de 665 San Ildefonso junto con sus clérigos y algunos otros fueron a la iglesia para cantar himnos en honor a la Virgen María. Encontraron la capilla brillando con una luz tan deslumbrante que sintieron temor. Todos huyeron excepto Ildefonso y sus dos diáconos. Estos entraron y se acercaron al altar. Ante ellos se encontraba la Virgen María sentada en la silla del obispo, rodeada por una compañía de vírgenes que entonaban cantos celestiales. María hizo una seña con la cabeza para que se acercara. Ildefonso obedeció, la Virgen fijó sus ojos sobre él y dijo:
"Tú eres mi capellán y fiel notario. Recibe esta casulla la cual mi Hijo te envía de su tesorería."
Habiendo dicho esto, la Virgen misma lo invistió, y le dio instrucciones de usarla solamente en los días festivos designados en su honor.
Esta aparición y la casulla resultarán en que un concilio de Toledo ordenó un día de fiesta especial para perpetuar su memoria. El suceso aparece documentado hasta un siglo después en el Acta Sanctorum (1658) como El Descendimiento de la Santísima Virgen y de su Aparición. El siglo VI fue importante para el origen del culto mariano. En el décimo concilio de Toledo, en 656, tiene su origen la primera fiesta a la Virgen en Hispania. Ildefonso escribió un tratado sobre “La virginidad perpetua de Santa María”. Cuando el papa Juan VII, que regentó la Iglesia de 705 a 707, el culto mariano se tornó popular entre los católicos. La importancia que adquiere este hecho sucedido en plena Hispania Gothorum ha sido muy grande para Toledo y su catedral. Los árabes, durante la dominación musulmana, al convertirse la basílica cristiana en mezquita, respetaron escrupulosamente este lugar y la piedra allí situada porque se trataba de un espacio sagrado relacionado con la Virgen María a quien se venera en el Corán. En la catedral los peregrinos pueden aún venerar la piedra en que la Virgen Santísima puso sus pies cuando se le apareció a San Ildefonso.