LÉXICO - LAS COSAS Y SUS NOMBRES - LA FRASE - EL REFRÁN - FIESTAS
TEMAS DEL DIA EN EL ALMANAQUE
El Almanaque es un medio abierto a todas las opiniones. La opinión de los artículos es responsabilidad de sus autores
Buscador temático del Almanaque - EL ALMANAQUE dedica sus afanes a poner a tu alcance UNA PALABRA CADA DÍA. Por Mariano Arnal
HALLOWEEN - TODOS LOS SANTOS - DÍA DE DIFUNTOS https://www. elalmanaque. com/fiestas
EL NOMBRE DE LAS COSAS NOMINA RERUM ETIMOLOGIAS - ORIGEN DE LAS PALABRAS
LÉXICO: MEDICINA - EDUCACIÓN - RELIGIÓN - DERECHO-POLÍTICA - AMOR Y SEXO - ECOLOGÍA
LAS COSAS Y SUS NOMBRES - ORIGEN DE LA PALABRA
UN FUEGO MATA OTRO FUEGO
Un recuerdo a las fallas de Valencia. Un pueblo sanísimo, que gasta cada año su cuota de pólvora en fuegos de artificio, y que quema cada año sus excesos de vitalidad y creatividad en unas fiestas incomparables
EL ALMANAQUE se detiene hoy en las fallas.
FALLA
Según el diccionario de Alcover Moll, de las tres acepciones que tiene en catalán esta palabra, la que se refiere a las grandes hogueras que se hacen para San José en Valencia, procede del antiguo fayla, cuya forma dialectal era faia, de la familia de hacha, sinónimo de antorcha y hachón. Se trata de un haz de ramas, de juncos, de esparto y otras plantas secas, en manojo bien apretado, que se usaban para alumbrarse o para hacer fuego. Ese fue su significado original. Luego pasó a significar cualquier hoguera (cazar a la falla era ese original sistema que consistía en prenderle fuego al bosque para cazar a los animales en su huida de la quema). Y ya más adelante se usó el nombre de falla para denominar las hogueras, en especial las festivas.
Si bien éste es el nombre que se ha asignado pràcticamente en exclusiva a las fallas de Valencia, no le corresponde esta exclusividad, puesto que con igual legitimidad se llama fallas a otros fuegos y hogueras. En algunos pueblos del Pirineo, la noche de San Juan se encienden en la montaña ramas secas de pino con teas. Se trata de llegar al valle con ellas encendidas, para formar con ellas la hoguera de san Juan, por lo que han de bajar a todo correr. A esas ramas encendidas las llaman fallas (con mucha propiedad, a tenor del significado original de la palabra). También en Bagà tienen una costumbre parecida, pero en Navidad. Guardan en las casas haces de una planta que llaman faia, formando antorchas a las que llaman fallas. Se encienden todas la noche de Navidad: Los niños van corriendo por las calles del pueblo con ellas encendidas.
Lo más singular respecto a la exclusividad del nombre es que en Alicante realizan por San Juan fallas en la misma línea que las de Valencia por San José. Pero no las llaman fallas, por más que lo sean, sino hogueras de San Juan. Algo parecido ocurre en otros lugares, en que se construyen hogueras tan sofisticadas como las fallas; por ejemplo la “quema del demonio” en Badalona (junto a Barcelona) por San Anastasio.
El origen tanto de falla como de hacha (obsérvese que las diferencias están en la típica sustitución de la f por la h, y en una realización distinta de la palatal) está en el latín fax, facis, que se ha mantenido en el italiano face con el mismo significado latino de antorcha, tea, y que por analogía extendió su significado a valores metafóricos como luz, astro, ardor, llama, pasión... Al “incendiario”, al que provoca desgracias también le llamaban los romanos fax, del mismo modo que decimos en español que es un hacha (su traducción literal) del que se distingue precisamente por meter la pata gravemente o por hacer calamidades. Las faces, que por evolución fonética se convertirían en fallas, eran el atributo de algunas divinidades, y se usaban en las ceremonias de bodas y en los entierros.
Con una de estas faces prendía fuego el pariente más próximo a la pira funeraria. “Inter utramque facem” es una expresión que significaba “entre ambas antorchas”, es decir entre el matrimonio y la muerte. Luego, con la evolución de las hachas y hachones, se ampliaría su uso a los ritos de purificación y a las procesiones, que adquirían por la noche un valor muy singular. Faces addere ánimis era añadir haces a los ánimos (= encenderlos, inflamarlos).
Las fallas tal como hoy las conocemos no se apartan del significado original de la palabra, ni de los ritos religiosos relacionados con el fuego, ni con el valor más singular de los haces primero y de las hachas luego. Por más sofisticación que haya, todo acaba en fuego. Incluso la implementación que ha ido experimentando la fiesta y el sentido de las fallas, sigue manteniéndose en la original línea de purgatorio, de limpieza de todo lo que hay que desechar del año anterior, antes de entrar de nuevo en la explosión de vida de la primavera. Y alrededor del fuego, un increíble esplendor festivo
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UN FUEGO MATA OTRO FUEGO
Un recuerdo a las fallas de Valencia. Un pueblo sanísimo, que gasta cada año su cuota de pólvora en fuegos de artificio, y que quema cada año sus excesos de vitalidad y creatividad en unas fiestas incomparables
EL ALMANAQUE se detiene hoy en las fallas.
FALLA
Según el diccionario de Alcover Moll, de las tres acepciones que tiene en catalán esta palabra, la que se refiere a las grandes hogueras que se hacen para San José en Valencia, procede del antiguo fayla, cuya forma dialectal era faia, de la familia de hacha, sinónimo de antorcha y hachón. Se trata de un haz de ramas, de juncos, de esparto y otras plantas secas, en manojo bien apretado, que se usaban para alumbrarse o para hacer fuego. Ese fue su significado original. Luego pasó a significar cualquier hoguera (cazar a la falla era ese original sistema que consistía en prenderle fuego al bosque para cazar a los animales en su huida de la quema). Y ya más adelante se usó el nombre de falla para denominar las hogueras, en especial las festivas.
Si bien éste es el nombre que se ha asignado pràcticamente en exclusiva a las fallas de Valencia, no le corresponde esta exclusividad, puesto que con igual legitimidad se llama fallas a otros fuegos y hogueras. En algunos pueblos del Pirineo, la noche de San Juan se encienden en la montaña ramas secas de pino con teas. Se trata de llegar al valle con ellas encendidas, para formar con ellas la hoguera de san Juan, por lo que han de bajar a todo correr. A esas ramas encendidas las llaman fallas (con mucha propiedad, a tenor del significado original de la palabra). También en Bagà tienen una costumbre parecida, pero en Navidad. Guardan en las casas haces de una planta que llaman faia, formando antorchas a las que llaman fallas. Se encienden todas la noche de Navidad: Los niños van corriendo por las calles del pueblo con ellas encendidas.
Lo más singular respecto a la exclusividad del nombre es que en Alicante realizan por San Juan fallas en la misma línea que las de Valencia por San José. Pero no las llaman fallas, por más que lo sean, sino hogueras de San Juan. Algo parecido ocurre en otros lugares, en que se construyen hogueras tan sofisticadas como las fallas; por ejemplo la “quema del demonio” en Badalona (junto a Barcelona) por San Anastasio.
El origen tanto de falla como de hacha (obsérvese que las diferencias están en la típica sustitución de la f por la h, y en una realización distinta de la palatal) está en el latín fax, facis, que se ha mantenido en el italiano face con el mismo significado latino de antorcha, tea, y que por analogía extendió su significado a valores metafóricos como luz, astro, ardor, llama, pasión... Al “incendiario”, al que provoca desgracias también le llamaban los romanos fax, del mismo modo que decimos en español que es un hacha (su traducción literal) del que se distingue precisamente por meter la pata gravemente o por hacer calamidades. Las faces, que por evolución fonética se convertirían en fallas, eran el atributo de algunas divinidades, y se usaban en las ceremonias de bodas y en los entierros.
Con una de estas faces prendía fuego el pariente más próximo a la pira funeraria. “Inter utramque facem” es una expresión que significaba “entre ambas antorchas”, es decir entre el matrimonio y la muerte. Luego, con la evolución de las hachas y hachones, se ampliaría su uso a los ritos de purificación y a las procesiones, que adquirían por la noche un valor muy singular. Faces addere ánimis era añadir haces a los ánimos (= encenderlos, inflamarlos).
Las fallas tal como hoy las conocemos no se apartan del significado original de la palabra, ni de los ritos religiosos relacionados con el fuego, ni con el valor más singular de los haces primero y de las hachas luego. Por más sofisticación que haya, todo acaba en fuego. Incluso la implementación que ha ido experimentando la fiesta y el sentido de las fallas, sigue manteniéndose en la original línea de purgatorio, de limpieza de todo lo que hay que desechar del año anterior, antes de entrar de nuevo en la explosión de vida de la primavera. Y alrededor del fuego, un increíble esplendor festivo