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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: Escándalo de las bacanales...

Escándalo de las bacanales

Artículo principal: Escándalo de las bacanales

Tito Livio afirma que la versión más temprana de las Bacanales estaba abierta solo a mujeres y se celebraba tres días al año, a la luz del día, mientras que en la cercana Etruria, al norte de Roma, un «griego de origen humilde, versado en sacrificios y adivinación» había establecido una versión nocturna, añadiendo vino y banquetes a la mezcla, y adquiriendo así un entusiasta grupo de seguidores mujeres y hombres. La versión nocturna de las Bacanales consistía en beber vino en exceso, emborracharse y mezclar libremente sexos y clases; los ritos también incluían música a todo volumen. Según el relato de Livio, Publio Ebucio, de la gens Ebucia, recibió advertencias contra el culto y sus excesos por parte de una cortesana, Hispala Fecenia, quien le amaba, para protegerlo de su propia madre que quería iniciarlo en los misterios de Baco.

Siguiendo el consejo de Hispala, Publio se negó a ser iniciado. Fue obligado por su madre y por el marido de ella, pero buscó refugio con una de sus tías, la cual le aconsejó que le contara esta historia al cónsul Postumio. El cónsul decidió llevar a cabo una investigación secreta. El Senado temió que, bajo la secta, se ocultase una conspiración contra la República. Encargó a los cónsules informes contra las bacanales y los sacrificios nocturnos, prometiendo recompensas a los informantes y prohibiendo las reuniones de iniciados. El Senado nombró a Espurio Postumio Albino y Quinto Marcio Filipo para investigar el culto.​ La investigación afirmaba que, bajo el manto de la religión, sacerdotes y acólitos violaban impunemente las leyes civiles, morales y religiosas; los débiles mentales podían ser persuadidos de cometer asesinatos rituales o políticos sin ser detectados, a instancias de quienes controlaban secretamente el culto, en pleno corazón de Roma. Livio afirma que el culto atraía especialmente a las personas de mente inculta y voluble (levitas animi), tales como los jóvenes, los plebeyos, las mujeres y los «hombres más parecidos a mujeres», y que la mayor parte de la población de la ciudad estaba implicada, incluso algunos miembros de la clase más alta de Roma.

La notoriedad de estas fiestas, donde se suponía que se planeaban muchas clases de crímenes, incluso crímenes rituales, y conspiraciones políticas, provocó en 186 a. C. un decreto del Senado —el llamado Senatus consultum de Bacchanalibus, inscrito en una tablilla de bronce descubierta en Calabria (1640) y actualmente en Viena— por el que las bacanales fueron prohibidas en toda Italia, excepto en ciertas ocasiones especiales que debían ser aprobadas específicamente por el Senado. Pese al severo castigo infligido a quienes se sorprendiera violando este decreto, las bacanales no fueron sofocadas, especialmente en el sur de Italia, durante mucho tiempo.