Interpretación de la Iglesia católica
una figura central en la doctrina cristiana, especialmente en el contexto de la Encarnación. La creencia en la virginidad de María, su concepción sin intervención de varón y la dualidad de Jesús como verdadero hombre e Hijo de Dios son aspectos fundamentales de la teología cristiana, especialmente en la tradición católica.
El misterio de la Encarnación, como se describe en el pasaje, se basa en los relatos bíblicos, especialmente en las narrativas del Evangelio de Lucas. Los Padres de la Iglesia y la Tradición de la Iglesia han sostenido estas verdades como fundamentales para la fe cristiana, y los creyentes las viven y reflexionan a través de prácticas como el Ángelus.
El pasaje destaca algunas diferencias entre el anuncio del nacimiento de Juan el Bautista y el de Jesús. Mientras que el primero ocurrió en la grandiosidad del Templo de Jerusalén, el segundo tuvo lugar en la humilde aldea de Nazaret en Galilea, una localidad no mencionada en el Antiguo Testamento. Además, la situación de Isabel y Zacarías, una pareja anciana que deseaba tener hijos, contrasta con la situación de María, una virgen que no había pedido un hijo y expresaba su asombro ante el mensaje del ángel.
En el cristianismo, la figura de María es venerada como la Madre de Jesús y una figura ejemplar de fe. La comprensión de su papel en la Encarnación y la aceptación de estas verdades son esenciales para la teología cristiana, y el misterio se vive y celebra en la liturgia y las devociones, como el Ángelus mencionado en el pasaje.
una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David»; en cambio, para Dios, es la «llena de gracia» y, sin embargo, Ella se tiene a sí misma como la «esclava del Señor». Y esto se llevó a cabo de esta manera, porque Dios «desde toda la eternidad, la eligió y la señaló como Madre para que su Unigénito Hijo tomase carne y naciese de ella en la plenitud dichosa de los tiempos; y en tal grado la amó por encima de todas las criaturas, que sólo en Ella se complació con señaladísima complacencia».
Al meditar la escena, cada cristiano podría hacer suya la oración de san Bernardo:
Oíste, Virgen, que concebirás y darás a luz a un hijo; oíste que no será por obra de varón, sino por obra del Espíritu Santo. Mira que el ángel aguarda tu respuesta. (…) También nosotros, los condenados infelizmente a muerte por la divina sentencia, esperamos, Señora, esta palabra de misericordia. Se pone entre tus manos el precio de nuestra salvación; enseguida seremos librados si consientes, (…) porque de tu palabra depende el consuelo de los miserables, la redención de los cautivos, la libertad de los condenados, la salvación, finalmente, de todos los hijos de Adán, de todo tu linaje. (…) Abre, Virgen dichosa, el corazón a la fe, los labios al consentimiento, las castas entrañas al Creador»
El pasaje tiene una revelación acerca de Jesús: El ángel afirma que el Niño será el cumplimiento de las promesas más antiguas como «el trono de David, su padre» (v. 32; cfr Is 9,6), «reinará sobre la casa de Jacob» (v. 33; cfr Nm 24,17) y «su Reino no tendrá fin» (v. 33, cfr 2 S 7,16; Dn 7,14; Mi 4,7), expresiones de vocabulario del Antiguo Testamento. Las consecuencias del asentimiento de María han de verse en el conjunto de la historia de la humanidad.
Por eso no pocos Padres antiguos afirman gustosamente (…) que “el nudo de la desobediencia de Eva fue desatado por la obediencia de María; que lo atado por la virgen Eva con su incredulidad fue desatado por la Virgen María mediante su fe”; y comparándola con Eva, llaman a María “Madre de los vivientes”, afirmando aún con mayor frecuencia que “la muerte vino por Eva, la vida por María”»
una figura central en la doctrina cristiana, especialmente en el contexto de la Encarnación. La creencia en la virginidad de María, su concepción sin intervención de varón y la dualidad de Jesús como verdadero hombre e Hijo de Dios son aspectos fundamentales de la teología cristiana, especialmente en la tradición católica.
El misterio de la Encarnación, como se describe en el pasaje, se basa en los relatos bíblicos, especialmente en las narrativas del Evangelio de Lucas. Los Padres de la Iglesia y la Tradición de la Iglesia han sostenido estas verdades como fundamentales para la fe cristiana, y los creyentes las viven y reflexionan a través de prácticas como el Ángelus.
El pasaje destaca algunas diferencias entre el anuncio del nacimiento de Juan el Bautista y el de Jesús. Mientras que el primero ocurrió en la grandiosidad del Templo de Jerusalén, el segundo tuvo lugar en la humilde aldea de Nazaret en Galilea, una localidad no mencionada en el Antiguo Testamento. Además, la situación de Isabel y Zacarías, una pareja anciana que deseaba tener hijos, contrasta con la situación de María, una virgen que no había pedido un hijo y expresaba su asombro ante el mensaje del ángel.
En el cristianismo, la figura de María es venerada como la Madre de Jesús y una figura ejemplar de fe. La comprensión de su papel en la Encarnación y la aceptación de estas verdades son esenciales para la teología cristiana, y el misterio se vive y celebra en la liturgia y las devociones, como el Ángelus mencionado en el pasaje.
una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David»; en cambio, para Dios, es la «llena de gracia» y, sin embargo, Ella se tiene a sí misma como la «esclava del Señor». Y esto se llevó a cabo de esta manera, porque Dios «desde toda la eternidad, la eligió y la señaló como Madre para que su Unigénito Hijo tomase carne y naciese de ella en la plenitud dichosa de los tiempos; y en tal grado la amó por encima de todas las criaturas, que sólo en Ella se complació con señaladísima complacencia».
Al meditar la escena, cada cristiano podría hacer suya la oración de san Bernardo:
Oíste, Virgen, que concebirás y darás a luz a un hijo; oíste que no será por obra de varón, sino por obra del Espíritu Santo. Mira que el ángel aguarda tu respuesta. (…) También nosotros, los condenados infelizmente a muerte por la divina sentencia, esperamos, Señora, esta palabra de misericordia. Se pone entre tus manos el precio de nuestra salvación; enseguida seremos librados si consientes, (…) porque de tu palabra depende el consuelo de los miserables, la redención de los cautivos, la libertad de los condenados, la salvación, finalmente, de todos los hijos de Adán, de todo tu linaje. (…) Abre, Virgen dichosa, el corazón a la fe, los labios al consentimiento, las castas entrañas al Creador»
El pasaje tiene una revelación acerca de Jesús: El ángel afirma que el Niño será el cumplimiento de las promesas más antiguas como «el trono de David, su padre» (v. 32; cfr Is 9,6), «reinará sobre la casa de Jacob» (v. 33; cfr Nm 24,17) y «su Reino no tendrá fin» (v. 33, cfr 2 S 7,16; Dn 7,14; Mi 4,7), expresiones de vocabulario del Antiguo Testamento. Las consecuencias del asentimiento de María han de verse en el conjunto de la historia de la humanidad.
Por eso no pocos Padres antiguos afirman gustosamente (…) que “el nudo de la desobediencia de Eva fue desatado por la obediencia de María; que lo atado por la virgen Eva con su incredulidad fue desatado por la Virgen María mediante su fe”; y comparándola con Eva, llaman a María “Madre de los vivientes”, afirmando aún con mayor frecuencia que “la muerte vino por Eva, la vida por María”»