ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: LA PALABRA DEL DIA: LIBRO...

LA PALABRA DEL DIA: LIBRO

Liber, libri (plural, libros) es la palabra latina de la que procede la española. No ha sufrido por tanto ningún cambio. De dónde procede la latina, es un misterio, puesto que realmente es un préstamo del léxico agrícola. Liber es el conjunto de capas fibrosas del árbol, que quedan protegidas por la corteza: en resumen, la parte leñosa del árbol, la madera. Para no incurrir en la polisemia del latín (la misma palabra sirve para nombrar dos cosas bien distintas), hemos dejado libro para designar el volumen escrito, y hemos adoptado la forma latina líber para el valor botánico.

Como los romanos no fabricaban papel con la celulosa de los árboles, no se ve cómo pudieron establecer algún tipo de relación entre el líber (concepto botánico) y el libro. Apunto como posibilidad que tomando la palabra del griego, fuente natural de aprovisionamiento léxico para el latín, se encontrarían con bibloV (bíblos), palabra a la que al buscarle acomodo latino los hablantes romanos, la harían ir a parar a libros (los cambios consonánticos no se salen de las leyes de la evolución fonética). En cualquier caso no es más que una especulación, y la palabra latina se queda envuelta en el misterio de su origen y de su razón de ser.

Para acercarnos a la idea que tenían los latinos del libro, hemos de saltar a su sinónimo volumen, volúminis. Viene de volvo, vólvere, volvi, volutum: rodar, hacer rodar, dar vueltas, revolver, voltear. Se engloban en este significado cualesquiera objetos enrollados, pero se especializó para designar en principio los rollos de manuscritos (entonces lo eran todos), y a partir de ahí todo soporte de escritura dispuesto de manera que cabiendo mucha letra ocupase poco espacio: primero fue el papiro o pergamino enrollado, y luego fue el mismo material plegado y apilado.

En cualquier caso, la unidad física de escritura era el liber o volumen, es decir el rollo; mientras que la unidad conceptual estaba en el opus, en la obra. Al no caber una obra en un solo rollo, es decir en un solo liber o volumen, tenía que constar de varios libros o volúmenes, a no ser que se tratase de un opúsculum, de una obrita. Y puesto que el soporte siempre ha condicionado el trabajo, se hizo coincidir siempre cada unidad conceptual con un volumen o liber, es decir con un rollo. Esa era la extensión del libro.

Pero a ese mismo rollo escrito a una sola cara, cortado a la medida precisa y clavado en la pared (pángere es clavar), se le llamó página. Y a partir de ahí alguien pensó en renunciar a la forma de rollo y pasarse a la forma plana. Para ello plegó el pergamino formando cuatro hojas (de ahí el cuaderno; quaternos significa “de cuatro en cuatro”) antes de escribirlo, y cosió los cuadernos entre sí para formar un nuevo soporte para la escritura, mucho más extenso que el antiguo liber o volumen (el rollo). Y fue a este nuevo soporte al que se adjudicó el nombre de libro, que tiene actualmente. Pero eso sólo cuando cabe en él toda una obra. Porque si se necesita para escribirla más de una de estas unidades, a cada una de ellas ya no se la llamará libro, sino volumen, como corresponde al soporte que contiene tan sólo una parte de la obra.