ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: LÉXICO - LAS COSAS Y SUS NOMBRES - LA FRASE - EL REFRÁN...

LÉXICO - LAS COSAS Y SUS NOMBRES - LA FRASE - EL REFRÁN - FIESTAS

TEMAS DEL DIA EN EL ALMANAQUE

El Almanaque es un medio abierto a todas las opiniones. La opinión de los artículos es responsabilidad de sus autores

ETIMOLOGÍAS DE LAS PALABRAS QUE FORMAN LA IDEA DE LA CIUDADANÍA
CIUDADANÍA Y CIUDAD I

¿Qué es antes, la ciudad o el ciudadano? En el orden léxico primero está ciudad, porque es el nombre primitivo, y de él derivamos ciudadano y ciudadanía. Pero en el orden histórico es la ciudadanía la que hace al ciudadano y a la ciudad. Es obvio que así no pueden coincidir nuestro concepto de ciudad y ciudadanía con su valor original. Tan claro está que no es la ciudad la que hace al ciudadano (como exigiría la lógica gramatical), que no coinciden los conceptos de habitante de ciudad y ciudadano; pero de forma distinta y por razones diferentes en la actualidad y en la antigüedad. Entonces se dio la circunstancia de que la mayoría de los habitantes de la ciudad no tenían la categoría de ciudadanos (entre ellos estaban los numerosos esclavos y extranjeros); y tanto entonces como ahora, se da el caso de que se llaman legítimamente ciudadanos, numerosas personas que no viven en ciudades.

He ahí cómo la propia estructura léxica nos miente acerca del valor jerárquico de las palabras. Fue la ciudadanía la que hizo al ciudadano, y de ambos nació la ciudad. Primero fue la colectividad y la definición de sus derechos, que se desglosaron en cada uno de sus individuos, que detrajeron de la colectividad el nombre de ciudadanos. Y fue al cabo de mucho tiempo cuando el nombre de la colectividad se extendió también a su hábitat, que pasó a llamarse ciudad, relegando sus anteriores nombres. En efecto, cuando se creó este término, la mayoría de “ciudadanías” no tenían ciudad, sino que eran seminómadas y tenían como mucho algunas aldeas (fortificadas o no).

Este vuelco tiene una clara explicación: cuando nacen estas palabras, hace menos de 3.000 años, se estaba iniciando tan sólo el asentamiento de los pueblos en territorios concretos y en recintos cerrados. Eran muy pocos los que se habían asentado en ciudades. La mayoría de los pueblos eran nómadas o seminómadas, con lo que la ocupación del territorio, cuando se producía, era escasa y bastante provisional. En la Guerra de las Galias que nos cuenta César, poco les cuesta a los galos quemar todas sus ciudades y aldeas para irse a la guerra. Esa era la pauta de la precariedad de sus asentamientos, en los que obviamente no podía residir la sustancia y la fuerza de la ciudadanía. Ni las ciudades ni los territorios tenían propiamente dueño ni nombre.

Pero al crecer la población humana en cada territorio, se hizo necesario ocuparlo asentándose firmemente en él, aferrándose más bien al territorio. En nuestra historia de la Reconquista, en que se disputó la tierra a los árabes, los asentamientos llegaron a fundarse sobre la servidumbre a la tierra, de manera que todo el que conseguía que un señor le permitiese comer de esa tierra, pasaba a ser de hecho siervo de esa tierra (de la gleba), en un momento en que los señores se avergonzaban ya de figurar como dueños de esos siervos.

Y precisamente en ese contexto de servidumbre a la tierra surgieron las ciudades medievales (promovidas en su mayoría por la monarquía) para competir con los pueblos y aldeas bajo el dominio de la nobleza, y arrebatarles la población. ¿Cómo? Ofreciéndoles a los fugitivos de las tierras de los señores una libertad (esa es la palabra clave) frente a la que aparecía aún más negra la servidumbre a que estaban sometidos en los lugares bajo dominios distintos de los del rey. Y para la colectividad, para el común, un bloque de fueros que implicaban auténticos privilegios fiscales, de libertad de comercio, de liberación de prestaciones personales y otros.

Es ahí donde se produce la vinculación de la ciudadanía a la ciudad (recordemos que en origen es a la inversa), pero con un elemento engañoso, y es que al estar vinculada la libertad a la ciudad, y la ciudadanía (la condición de libre) condicionada a la pertenencia a la ciudad, es decir al territorio; al darse esas nuevas vinculaciones, tenemos que es el territorio el que se ha hecho finalmente el auténtico titular de la libertad.

https://elalmanaque. com/marnal/ciudad/ciudad. htm

Buscador temático del Almanaque - EL ALMANAQUE dedica sus afanes a poner a tu alcance UNA PALABRA CADA DÍA. Por Mariano Arnal