Rey de Castilla
En 1217, tras la muerte repentina de Enrique I de Castilla, los derechos a la corona pasaron a Berenguela que, 6 temiendo posibles pretensiones de su antiguo marido, el rey de León, se lo ocultó y pidió que se le trajese a Fernando para protegerse de Lara. El rey leonés, persuadido por sus hijas mayores Dulce y Sancha, no quiso dejarlo marchar. Sin embargo, Fernando logró escapar y se reunió con su madre en el castillo de Autillo. Ella, mediante un acto solemne, lo proclamó rey de Castilla hacia el 1016 o el 14 de junio de 1217 en Autillo de Campos. La coronación oficial tuvo lugar en Valladolid hacia el 2 o 3 de julio.
En Nájera existe una tradición que dice que Fernando III fue proclamado rey allí debajo de un olmo el 1 de mayo de 1217. Todos los años se conmemora este hecho en ese municipio riojano.
Alvar Núñez de Lara, alférez mayor de Castilla, cercó Valladolid con el beneplácito de Alfonso IX de León. El rey leonés tomó partido por los Lara tras la muerte de Enrique I. Fernando y su madre debieron retirarse a Burgos. A esto le siguieron una serie de conquistas leonesas a lo largo del río Sequillo y saqueos de zonas próximas a Valladolid por parte de Alfonso IX. Fernando no combatió contra su padre, y le envió mensajes de que bajo su reinado Castilla sería un reino amigo y, aunque al principio Alfonso no hizo caso, terminó retirándose a León cansado de estas acciones. El 26 de agosto de 1218 se firmó el Pacto de Toro, que puso fin a las hostilidades entre Castilla y León. Eso sí, a Alfonso le fueron pagados diez mil maravedíes que le eran debidos por el antiguo rey Enrique de un cambio del castillo de Santibáñez de la Mota. A cambio, el rey leonés renunciaba a sus pretensiones sobre los territorios fronterizos con Castilla. El papa Honorio III medió entre los dos reinos para que pusiesen fin al conflicto y se aprestasen a participar en una nueva cruzada, predicada en el IV Concilio de Letrán.
En los primeros tiempos del reinado, parte de los antiguos partidarios de la Casa de Lara se pasaron a las filas del nuevo rey, pero otros permanecieron hostiles a Berenguela y a su hijo. Entre estos se contaron en especial numerosos obispos y las ciudades del sur del reino. Entre los obispos, el principal apoyo al nuevo rey provino de los de Burgos y Palencia, que obtuvieron generosas mercedes del soberano. Entre la nobleza afín a Fernando destacaba la que había obtenido abundantes tierras y concesiones reales en tiempos de Alfonso VIII. Los enfrentamientos debidos a la sucesión duraron dos años e incluyeron tanto las correrías de los leoneses por la Tierra de Campos y la Extremadura castellana como los choques con los Lara, a los que en el verano de 1217 Fernando les arrebató tierras entre Burgos y Logroño y varias tenencias reales más al sur del reino. Cerca del castillo de Ferreruela, entre Palenzuela y Palencia, Alfonso Tello apresó al conde de Lara, que fue conducido a Burgos y obligado a entregar todos los castillos que tenía en tenencia y a ayudar al rey contra su hermano Fernando Núñez de Lara a cambio de recobrar la libertad. Fernando Núñez de Lara se sometió poco después, pero los Lara volvieron a rebelarse contra Fernando en 1218, con la ayuda de Alfonso IX, que invadió Castilla por el sur de Toro. La derrota final de la Casa de Lara llegó en 1218, tras la muerte de Álvar Núñez en Toro.
A mediados de 1219 una comitiva castellana presidida por Mauricio, obispo de Burgos, llegó a la corte de Federico II de Alemania y, probablemente en Hagenau, en Alsacia, tuvo lugar la contratación matrimonial entre su cuarta hija, Beatriz de Suabia, y Fernando III. Fernando le entregó como dote a Beatriz las villas, castillos y sus derechos reales sobre Carrión de los Condes, Logroño, Belorado, Peñafiel, Castrogeriz, Pancorbo, Fuentepudia, Montealegre, Palenzuela, Astudillo, Villafranca Montes de Oca y Roa. Beatriz, con la comitiva de hombres notables de Castilla, emprendió el camino desde Alsacia a Burgos, pasando por la Corte de París, porque deseaba saludar a la esposa del delfín, el futuro Luis VIII de Francia, y madre del futuro Luis IX de Francia, Blanca, hermana de su futura suegra, Berenguela. El 27 de noviembre Fernando fue armado caballero en el monasterio de Santa María la Real de Las Huelgas de Burgos, donde le entregaron su espada. El 30 de noviembre, en la misma ciudad, tuvo lugar la celebración de la boda en la catedral. La reina fue muy querida por el pueblo y suscitaba admiración. El cronista Rodrigo Ximénez de Rada, nada proclive a los epítetos, la describe como optima, pulchra, sapiens et pudica («buenísima, bella, sabia y modesta»). Y era muy amante de la cultura clásica y vernácula, algo que había asimilado formándose en la Corte del emperador Federico II. Ella transmitirá a su marido y a sus hijos un similar amor por la cultura. Su hijo Alfonso X el Sabio le dedicaría un elogio en una de sus Cantigas y en la Catedral de Burgos se conserva una escultura del siglo XIII que la representa.
En 1217, tras la muerte repentina de Enrique I de Castilla, los derechos a la corona pasaron a Berenguela que, 6 temiendo posibles pretensiones de su antiguo marido, el rey de León, se lo ocultó y pidió que se le trajese a Fernando para protegerse de Lara. El rey leonés, persuadido por sus hijas mayores Dulce y Sancha, no quiso dejarlo marchar. Sin embargo, Fernando logró escapar y se reunió con su madre en el castillo de Autillo. Ella, mediante un acto solemne, lo proclamó rey de Castilla hacia el 1016 o el 14 de junio de 1217 en Autillo de Campos. La coronación oficial tuvo lugar en Valladolid hacia el 2 o 3 de julio.
En Nájera existe una tradición que dice que Fernando III fue proclamado rey allí debajo de un olmo el 1 de mayo de 1217. Todos los años se conmemora este hecho en ese municipio riojano.
Alvar Núñez de Lara, alférez mayor de Castilla, cercó Valladolid con el beneplácito de Alfonso IX de León. El rey leonés tomó partido por los Lara tras la muerte de Enrique I. Fernando y su madre debieron retirarse a Burgos. A esto le siguieron una serie de conquistas leonesas a lo largo del río Sequillo y saqueos de zonas próximas a Valladolid por parte de Alfonso IX. Fernando no combatió contra su padre, y le envió mensajes de que bajo su reinado Castilla sería un reino amigo y, aunque al principio Alfonso no hizo caso, terminó retirándose a León cansado de estas acciones. El 26 de agosto de 1218 se firmó el Pacto de Toro, que puso fin a las hostilidades entre Castilla y León. Eso sí, a Alfonso le fueron pagados diez mil maravedíes que le eran debidos por el antiguo rey Enrique de un cambio del castillo de Santibáñez de la Mota. A cambio, el rey leonés renunciaba a sus pretensiones sobre los territorios fronterizos con Castilla. El papa Honorio III medió entre los dos reinos para que pusiesen fin al conflicto y se aprestasen a participar en una nueva cruzada, predicada en el IV Concilio de Letrán.
En los primeros tiempos del reinado, parte de los antiguos partidarios de la Casa de Lara se pasaron a las filas del nuevo rey, pero otros permanecieron hostiles a Berenguela y a su hijo. Entre estos se contaron en especial numerosos obispos y las ciudades del sur del reino. Entre los obispos, el principal apoyo al nuevo rey provino de los de Burgos y Palencia, que obtuvieron generosas mercedes del soberano. Entre la nobleza afín a Fernando destacaba la que había obtenido abundantes tierras y concesiones reales en tiempos de Alfonso VIII. Los enfrentamientos debidos a la sucesión duraron dos años e incluyeron tanto las correrías de los leoneses por la Tierra de Campos y la Extremadura castellana como los choques con los Lara, a los que en el verano de 1217 Fernando les arrebató tierras entre Burgos y Logroño y varias tenencias reales más al sur del reino. Cerca del castillo de Ferreruela, entre Palenzuela y Palencia, Alfonso Tello apresó al conde de Lara, que fue conducido a Burgos y obligado a entregar todos los castillos que tenía en tenencia y a ayudar al rey contra su hermano Fernando Núñez de Lara a cambio de recobrar la libertad. Fernando Núñez de Lara se sometió poco después, pero los Lara volvieron a rebelarse contra Fernando en 1218, con la ayuda de Alfonso IX, que invadió Castilla por el sur de Toro. La derrota final de la Casa de Lara llegó en 1218, tras la muerte de Álvar Núñez en Toro.
A mediados de 1219 una comitiva castellana presidida por Mauricio, obispo de Burgos, llegó a la corte de Federico II de Alemania y, probablemente en Hagenau, en Alsacia, tuvo lugar la contratación matrimonial entre su cuarta hija, Beatriz de Suabia, y Fernando III. Fernando le entregó como dote a Beatriz las villas, castillos y sus derechos reales sobre Carrión de los Condes, Logroño, Belorado, Peñafiel, Castrogeriz, Pancorbo, Fuentepudia, Montealegre, Palenzuela, Astudillo, Villafranca Montes de Oca y Roa. Beatriz, con la comitiva de hombres notables de Castilla, emprendió el camino desde Alsacia a Burgos, pasando por la Corte de París, porque deseaba saludar a la esposa del delfín, el futuro Luis VIII de Francia, y madre del futuro Luis IX de Francia, Blanca, hermana de su futura suegra, Berenguela. El 27 de noviembre Fernando fue armado caballero en el monasterio de Santa María la Real de Las Huelgas de Burgos, donde le entregaron su espada. El 30 de noviembre, en la misma ciudad, tuvo lugar la celebración de la boda en la catedral. La reina fue muy querida por el pueblo y suscitaba admiración. El cronista Rodrigo Ximénez de Rada, nada proclive a los epítetos, la describe como optima, pulchra, sapiens et pudica («buenísima, bella, sabia y modesta»). Y era muy amante de la cultura clásica y vernácula, algo que había asimilado formándose en la Corte del emperador Federico II. Ella transmitirá a su marido y a sus hijos un similar amor por la cultura. Su hijo Alfonso X el Sabio le dedicaría un elogio en una de sus Cantigas y en la Catedral de Burgos se conserva una escultura del siglo XIII que la representa.