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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: Elección como superior general de los Franciscanos...

Elección como superior general de los Franciscanos

En 1257, Buenaventura fue elegido superior general de los Frailes Menores. Cuando se le confió el cargo de superior general, pronunció estas palabras:

Conozco perfectamente mi incapacidad, pero también sé cuán duro es dar coces contra el aguijón. Así pues, a pesar de mi poca inteligencia, de mi falta de experiencia en los negocios y de la repugnancia que siento por el cargo, no quiero seguir opuesto al deseo de mi familia religiosa y a la orden del Sumo Pontífice, porque temo oponerme con ello a la voluntad de Dios. Por consiguiente, tomaré sobre mis débiles hombros esa carga pesada, demasiado pesada para mí. Confío en que el cielo me ayudará y cuento con la ayuda que todos vosotros podéis prestarme.

La orden estaba en ese momento desgarrada por una división con los franciscanos que se denominaban espirituales y los que se denominaban relajados.​ Los espirituales seguían las ideas del abad Joaquín de Fiore. Estos tenían una visión trinitaria de la historia. Sostenían que el Antiguo Testamento era parte de la era del Padre, que el Nuevo Testamento era parte de la era del Hijo y que en ese momento había llegado la era del Espíritu. Mientras que la era del Padre estaba marcada por la libertad positiva a costa de la libertad negativa y la era del Hijo por la libertad negativa a costa de la libertad positiva, la era del Espíritu traería la concurrencia de ambas en la libertad plena. Esta nueva era habría sido inaugurada por Francisco de Asís, que había llegado a la unión total con Dios en una nueva forma de monaquismo, distinta de las anteriores. Además, coincidiría con la aparición de un libro que exponía sus doctrinas y que fue falsamente atribuido al beato Juan de Parma, que era quien se había retirado del gobierno de la orden en favor de Buenaventura. Este se trataba del Evangelio eterno, predicho por el libro del Apocalipsis.

Los espirituales por eso predicaban una severidad inflexible de la regla original, mientras que los relajados pedían que se mitigase.​ Buenaventura, entonces y ante la amenaza de anarquía, se vio obligado a sostener que la historia es una y que Cristo es la última palabra de Dios. Sin embargo y ante la necesidad de reconocer en Francisco cierto devenir de la Iglesia, aceptó que existe el progreso. El nuevo monaquismo de Francisco no consiste en una ruptura con el viejo paradigma, sino en su propia extensión.

Escribió por eso una carta a todos los provinciales para exigirles la perfecta observancia de la regla original y la reforma de los relajados, pero sin caer en los excesos de los espirituales. Asimismo, en el primero de los cinco capítulos generales que presidió, presentó una serie de declaraciones de reglas. Las mismas fueron adoptadas y ejercieron gran influencia sobre la vida de la orden, pero no lograron aplacar a los espirituales.​

A instancias de los miembros del capítulo, Buenaventura empezó a escribir la vida de Francisco de Asís. Tomás de Aquino, que fue a visitar un día a Buenaventura cuando este se ocupaba de escribir la biografía, le encontró en su celda sumido en la contemplación. En vez de interrumpirle, se retiró diciendo: «Dejemos a un santo trabajar por otro santo». Escribió primero La leyenda mayor y luego redactó de un modo más conciso y claro La leyenda menor. El término leyenda, en latín, no se refiere, como en español, al fruto de la fantasía, sino, al contrario, a aquel texto oficial que leer.​ Tras escribir su obra, titulada La leyenda mayor, mandó a quemar el resto de biografías que habían sido escritas antes. Por esto, su libro constituye la fuente de mayor importancia acerca de la vida de Francisco, aunque se manifiesta cierta tendencia a forzar la verdad histórica para emplearla como testimonio contra los que pedían la mitigación de la regla.